miércoles, 13 de marzo de 2013

Sudando petróleo


Esta historia, puede o puede que no inicie en un ascensor de Ático en donde un buen día estaba yo tomando fotos con cara de gente-que-el-sexo-olvidó y de la nada se abren las puertas y Vishnú (o la Virgen de Chiquinquirá) me puso en el mismo ascensor con una suculencia Ad honorem de vestido entallado (acá es necesaria la aclaración de mi fetiche personal por un traje hecho a la medida del cuerpo que lo usa) con cara de yo-sí-fui.

Empecé a compartir oxígeno con ese ninfo que me miraba Krakatoa, de cuyo cuello colgaba bailarina una escarapela y me dije a mi misma:
-Mi misma, ¿En qué evento debo estar que no estoy? Se llenó el ascensor un poco más y yo dándole la espalda al resto de humanidad del micro recinto, y con cara de 38 largo, como dice el reggaeton yo me le acerqué para seguirle la mirada al tiempo que coordinaba no desmayarme y voltearle con delicadeza la identificación.

Vi su nombre, el evento y allí fuí a dar: 3 días de conferencias, y conocí a todos los oradores, hasta que a último momento, muchas miradas y café, le mentí descaradamente, diciéndole que le conocía de la embajada, (alguien que me recuerde enviarle una canasta de frutas al señor google).

El fingió demencia, me apretó la mano familiarmente y me dió una tarjeta suya (que para ser francos tengo la costumbre regular de olfatear).

Este es el relato incompleto de la noche en que el evento se clausuró y yo puede o puede que no a raíz de los acontecimiento presentara una fiebre inexplicable por más de una semana. Para seguir leyendo haga click aquí.

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Gracias a Nathaly por esta historia. Saludos a las niñas. 

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