Salimos de Cartago a las cuatro y media de la tarde por la carretera que va hacia el Quindío. Antes de llegar a Piedras de Moler tomamos la vía del crucero y nos empezamos a adentrar en las montañas de la cordillera central del Valle del Cauca, entre los municipios de Obando y Cartago en límites con el departamento del Quindío.
La carretera es estrecha, pavimentada e interrumpida por huecos donde la banca cedió tras el invierno pasado, vamos en dirección sur, mientras el sol se va escondiendo tras la cordillera occidental y en el centro iluminado se ve majestuoso el valle del rio cauca. El cielo se funde entre los colores rosa y malva y abajo el rio se ve dorado por el reflejo del sol. Que bonito es el valle. Llegamos a un punto que se llama Bellavista donde hay un mirador desde donde se ve la ciudad de Cartago, grande, larga y antigua como es. Desde ahí se ve imponente de un blanco inmaculado la torre de la Catedral de Nuestra Señora del Carmen.
Desde donde nos encontramos estamos a unos veinte minutos de la ciudad, en ese punto queda la finca del Dr. Gutiérrez que fue el médico atendió el parto de mi mama y ha sido mi medico durante toda la vida. Fue el primer hombre por el que lloré porque seguramente fue él el que me pegó la primera palmada en el culo. Recordé estando allí algunos domingos de mi infancia en ese sitio, recuerdo uno en especial donde unos guaqueros estaba abriendo una tumba indígena y mientras ellos seguían con su labor nuestro anfitrión nos mostró unas ollas de barro negras, feas en contraste con la maravillosa nariguera de oro que llevaba el esqueleto del indio que habían encontrado esa semana. Era la primera vez en mi vida que veía un esqueleto, quedé fascinado. Tenia la cabellera larga y los huesos eran de un color amarillo casi café y mostraba temerario sus largos dientes como dispuesto a morder.
La finca se eleva sobre un punto alto de la cordillera y desde el segundo piso de la casa se puede ver a un lado de la montaña el departamento del Quindío verde, muy verde y lleno de colinas. En los días claros se alcanza a ver a lo lejos la ciudad de Armenia; desde el otro lado se ve Zaragoza y Cartago en el Valle y La Virginia que ya es parte del departamento de Risaralda. Mi abuela no se bajó del carro, la tía tampoco, solo nos bajamos el tío Jorge, Claudia y yo a comprar agua.
Seguimos el viaje durante casi una hora pasando por un caserío a ambos lados de la carretera que se llama Modín, donde mi abuelo alguna vez tuvo una aventura de la cual resulto una hija que apareció hace poco en busca de herencia.
—En esa cantina mató su abuelo a Elías Ramírez en el cuarenta y ocho —me dice el tío Jorge mientras señala con el brazo velludo y sin dejar de mirar la carretera, me alcanza a tocar con los vellitos del brazo el mentón y percibo su loción de viejito.
— ¿Y por qué lo mató? —pregunto yo mientras miro por el retrovisor que cara está haciendo la abuela.
—Por política mijo, si su abuelo no lo mata, Elías lo mata a él —contesta Jorge.
—Eran otras épocas David —me dice la tía con su tono dulce para hablar.
—Ve, recemos por el alma de José, aprovechemos que no estamos haciendo nada —le dice a mi abuelita la tía mientras le pide a Claudia que busque su camándula en el bolso.
— ¿Es en serio? —pregunto yo sabiendo la obvia respuesta.
—Dios te salve María llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús— dijo la tía como entrando en trance.
—Santa María madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén —contestaron los demás.
—David ¿usted por qué no contesta la oración? —pregunta el tío Jorge intrigado.
—No creo en esas cosas tío, no soy católico.
Se guarda un silencio profundo en el carro que se interrumpe por el segundo misterio del Rosario.
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Hace poco más de un año conocí por casualidades virtuales a @DonMartinTin, el autor de este blog. Después de muchas conversaciones lo invité a hacer parte de estos cuatro años. Muchas gracias David
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