miércoles, 8 de abril de 2009
Ojalá tuvieras el culo más chiquito
Me agaché a tomar una foto de la hilera de árboles que sirven de calle de honor a los estudiantes que entran por la alameda principal. Me dieron ganas de llorar. Nunca antes había admirado los pliegues de las cortezas. Nunca había pensado siquiera un segundo en las apretadas hojas de maleza que salían por los rotos del concreto. Nunca había reparado en los pies de los demás transeúntes, unos con cotizas, otros con zapatos de la última colección, algunos más con sandalias y un par de desquiciados descalzos. Nunca había reparado en la simbología de lo urbano. Nunca había visto que otros personajes acompañan nuestro devenir académico, pájaros, hormigas, perros, cucarrones y una singular gatica pasaron por mi lado en cuestión de segundos.
Me paré nostálgico, el mundo pasa por mi lado y los libros no me dejan ver más allá de sus letras. El alcohol me distrae los sentidos y cubre de neblina mis ganas de conectarme con el mundo. Mi corazón, siempre emproblemado, se fija más en las figuras humanas que en las demás criaturas de la naturaleza. Mi mente, demasiado racional, no es capaz de dejarse llevar por un instante a detectar lo curiosa que es la creación arquitectónica.
Me senté en un escalón de cemento, saqué un cuaderno, comencé a escribir unos versos. No pude, mi mente, mi corazón, mi alma no están conectadas. Necesito ponerlas a trabajar en armonía. No puedo comer, últimamente no tengo apetito. No puedo tomar, apenas son las nueve de la mañana y a esta hora todavía no venden licor. Necesito energía. Con una molesta cotidianidad busco la cajetilla de cigarrillo y el encendedor, cojo un cigarro que está arrugado, me quedo mirandolo, parece un pipí flaquito. Me dio risa pero no lo prendí, me dio pesar, sentí pena por los hombres con los pipís chiquitos. Después de la sonrisa volvió la nostalgia. Necesito un porro. Esculco, no tengo.
Caminar, eso también puede servir, me pongo a dar vueltas sin rumbo fijo, otra vez demasiado desconcentrado para fijarme en el mundo. Mis pies siguiendo una orden extraña se dirigen a la esquina en la que siempre está mi hermano y sus amigos hippies, ellos deben tener un porrito. No me demoré 5 minutos en conseguir lo que ellos calificaron como el cannabis de mejor calidad. Nuevamente me puse a caminar, de vuelta al escalón de antes. El sol mañanero alumbraba su desnivel y estaba protegido por la incipiente sombra de un urupan, si me daba mucho calor, estaría allí para deleitarme con el frío bogotano.
Lo prendí y di dos sorbos fuertes, como si quisiera acabar con los cinco centímetros del cigarrillo en menos de un minuto. Por qué diablos se demora tanto en hacerme efecto. No entiendo, debo haber perdido experiencia. Sopla un viento suave, frío, refrescante, aprovecho su triste susurrar y en el tiempo que me fumo un pielrroja termino con mi porro. La brisa me empieza a tambalear, el sol me ciega. Cierro los ojos y veo una explosión de colores pasar por mi mente, me embargan los corazones, quiero gritar pero no tengo voz.
Algo vibra, me da ataque de risa de pensar en el comercial de la emisora, pero no creo que sea mi corazón el que dejó de latir. El movimiento se siente con más fuerza en mi pierna. El celular, qué putas querrá Jaime en este momento, estoy ocupado. Se cuelga, otra vez me da risa, me lo imagino furioso escuchando que su llamada ha sido transferida al correo de voz. Intenta otra vez, ahora sí le contesto, si no lo hago esta noche no podré disfrutar de su cuerpo. Me dice dos pendejadas, odio los hombres intensos. Me dice que me ama, me da risa. Me pregunta que si lo amo, me da risa. Me pregunta qué me pasa. Me quedo mudo unos segundos. -Ojalá tuvieras el culo más chiquito-, le digo entre dientes. Se pone furioso, me cuelga y yo me pongo a pensar en su culo, transfiguro su cara y por alguna razón ahora tiene el rostro del marrano de mi alcancía de cerámica. El hueco de las monedas es su culito, sólo que ya no es redondo, ahora parece un CD con hueco en la mitad y lo demás plano.
Música, necesito música. Dónde hay un puto CD cuando uno lo necesita. Pienso en mi iPod, hoy amaneció descargado, culpa de mi hermano. Maldito mi hermano, siempre hace las cosas mal, si no fuera por él yo no estaría viendo colores en mis párpados. Música otra vez, me acuerdo de la iglesia y del conservatorio. Ninguno está cerca, ninguno me gusta. Me levanto y siento que el desayuno se me va a devolver. No importa, como decían los Romanos, lo que no sirve que se quede afuera. Otra vez la vibración, otra vez Jaime. -Amor, ¿estás bien?-, pregunta. -Amor estoy loco-, respondo. -Amor te amo-, dice. -Amor yo quiero escuchar música- replico. Me dice una cantidad de cosas extrañas, se queda callado, debe estár esperando una respuesta. -Amor, hazme el amor- le digo. Otra vez se emputa, me dice que él siente que yo sólo lo quiero para sexo y me cuelga. Sexo, maldito sexo, me dieron ganas. Me pongo a correr y como el encuentro con mi hermano, accidental pero necesario, llego a la capilla.
Tengo una increíble voluntad de gritar contra los curas, contra las monjas, contra Jesús, contra los judíos que mataron a Jesús, contra la Santísima Trinidad, contra Buda, contra Oxum y Olodum. La música me llama, entro y me siento en un rincón oscuro. Otra vez los colores, otra vez las ganas de vomitar. Qué pensará el Espíritu Santo si le vomito su hogar, yo creo que me perdona, para eso está. Me gusta la oscuridad, la oscuridad es positiva. Jaime me dejó con ganas, qué fue lo que me dijo, no me acuerdo. Me dan ganas de agrandarle el culo para que en vez de CD parezca DVD, con más capacidad. Me toco y estoy parolo y mojado, a qué horas. Maldita sea me dan unas ganas enormes de venirme. Qué pensará el Espíritu Santo, a todas estas el onanismo está prohibido en la ley de Dios. No me importa, él me va a perdonar, para eso está. Me empiezo a tocar, me dan ganas de tener a Jaime aquí y demostrarle lo que es bueno, de lo que se está perdiendo. Se me tuercen los ojos, los abro, no veo nada, me quedé ciego como Herodes, qué gran chiste Dios, si eso es lo que quieres, pues bien, entonces te voy a llenar tu casucha de un poco de semen.
Una mano, la derecha, la de los conservadores, se ejercita de arriba a abajo mientras la otra hace caricias leves en las tetillas y las güevas. El coro sigue cantando, como si nada, igual no hay nadie más, deben estar ensayando. Me quiero venir, pero no sale nada, es culpa del hijueputa cannabis, que me retrasa siempre. Me embaracé o me está llegando la menopausia, no me sale nada de mis genitales. Trato con la cabeza no más, como le gusta a Jaime, con movimientos suaves desde la base. Nada. Dios déjame tener un tris de placer, ya te quedaste con mi visión. Abro los ojos otra vez, ya puedo ver, entonces debe ser que me va a quitar el placer. Maldito Dios, siempre haces las cosas a tu manera. De pronto un chorro de esperma sale disparado del orificio de mi pene, unta una banca, el piso, el pedazo de espuma para poner las rodillas. Los ojos se pierden en sus órbitas, la mano se queda quieta. Mi cuerpo uno, Dios cero. Cierro el pantalón y salgo corriendo, atravieso la universidad, parezco gamín de Medellín buscando escondedero de a peso. Me acuesto un pasto soleado y me quedo dormido.
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simplesmente perfeito!
ResponderEliminarsexo...maldito sexo!
hehe
eu tb fiquei com vontade
Roo cada vez que te descubro, me decubro yo misma en tus escritos. Sin saber vas abriendo mi mente a otros mundos...full vaina buena ahhhh...
ResponderEliminarMaissssimo!!!! Me encanta!... y me encantas!
ResponderEliminarBuenísimo este tipo de historias son las que te quedan mejor
ResponderEliminarFuerte y sexy (@itsyeison)
ResponderEliminarMe fascino! Esta historia me puso Mmmmm ;)
ResponderEliminarMuy divertida e ingeniosa protesta contra Dios y su establisment! si se quema en el infierno yo lo acompaño!
ResponderEliminarA masterpiece and just what I needed for my Monday blues! :)
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