viernes, 27 de marzo de 2009

Blanca, negra, blanca, negra

Quienes leen juiciosamente El Bayabuyiba saben que desde el inicio de este año he escrito acerca de las características más importantes de mis mejores amigas. Comencé con las tetas de Marce y Vanna, seguí con las caderas de Ailín y la delgadez de Juliana. Ahora es el turno para la piel de Sammy. No es casualidad hablar del órgano más grande del cuerpo, del tejido que nos cubre, porque la piel de Sandra es sencillamente espectacular.

Ella es blanca y negra al mismo tiempo. Eso suena a oximorona, pero es verdad, Sandra es un típica niña blanca de clase media bogotana, con los rasgos heredados del mestizaje que caracteriza a nuestra sociedad. Es suave, limpia, dan ganas de acostarse en un solecito a hacerle caricias, a desabotonar suavemente su camisa y recorrer con las yemas de los dedos, a veces con la lengua, cada centímetro de su piel. Lo más chévere es que la piel de Sandra se broncea con una impresionante y envidiable rapidez. Una vez estábamos haciendo antesala al cine en Centro Chía y decidimos ir a ver a los patos para aprovechar el picante sol sabanero. Parece increíble pero no pasamos más de 40 minutos en el sol y depronto su piel había tomado un delicioso color chocolate. Las manillas y la camiseta que tenía puestas le dejaron marcas que demostraban que ella se había expuesto a los rayos del sol con esas prendas puestas.

El año pasado yo estuve 2 semanas enteras en Brasil y pasé gran parte del tiempo asoleándome en la playa. En vacaciones de diciembre pasé otras dos semanas acostado como iguana a los rayos del sol desde temprano en la mañana hasta que aparecía la luna en el cielo. Nada, nada de eso permitió que yo dejara de portar el triste blanco teta intenso que siempre acompaña a mi piel. Escasamente se escondieron las azules venas, en cambio Sandra necesitó media hora en Chía para quedar como si hubiera estado un mes en Cartagena. Tal vez por eso su piel me encanta.

Me encanta también que ella me de la mano, porque siempre puedo sentir sus poros, sus arrugas, sus pliegues que delicadamente rozan mi piel y me recuerdan que mi piel masculina nunca va a poder ser así.

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