domingo, 10 de julio de 2011

El robo

A las 7 de la noche me había quedado de encontrar con Boris, siempre hemos sido cumplidos y hoy no sería la excepción. Faltando 10 minutos salió de su casa y me llamó: -Potter, ya voy por ti-. Eso significaba que en 10 minutos deberíamos vernos en al esquina de la 134 con 58, la famosa glorieta de entrada a Colina Campestre. Salí de mi casa orondo, muerto de frío, como en cualquier noche de este verano bogotano. En el parque muchos perros con sus dueños dando el paseo nocturno.

En el camino a Las Villas (como le decimos coloquialmente a la carrera 58) vi cuatro personas extrañas pero no me pareció grave. Para evitar problemas me paré en la esquina como si fuera a esperar un bus para ver qué hacían. Cuando creí que el peligro había pasado porque ellos siguieron derecho y me di la vuelta para seguir caminando me habían rodeado. Sólo recuerdo a dos de los cuatro. Uno flaco y langaruto con una camisa blanca de rayas azules y uno más bien gordo de camiseta vinotinto.

Uno me dijo que si gritaba me disparaba y el otro me dijo que viera a su maleta y allí estabaun arma que me heló la sangre. Me dijeron que les pasara el celular y sin pensarlo se los di. Me acordé de las épocas en las que trabajaba para Antanas: mi vida no vale un celular. Ahora que lo pienso podría haber sido una pistola de balines pero yo estaba que me orinaba del susto. -La billetera, pase la billetera gonorrea-, lo siento pero mi vida vale el trámite de mi cédula y mi libreta militar. -No tengo nada, no tengo plata, apenas lo del bus-. Me saqué del bolsillo de las monedas algo así como mil pesos y se los di.

Tres de los tipos salieron caminando como si nada y otro seguía insultándome, si habla lo lleno de plomo, si habla le vuelo la cabeza, si habla se muere malparido. Me quedé ahí, congelado varios segundos mientras veía como los cuatros caminaban como si nada camino a Colina. Es impresionante, varios carros pararon en esa esquina, es un sitio lleno de luz y de visibilidad. Corrí, le conté a Boris y fuimos a la casa. Al entrar le conté a los porteros, uno llamó a la Policía mientras el otro me contaba que todas las semanas pasa uno o dos robos así en el vecindario a personas del edificio. Hice cuentas, en medio año pudieron robar a todo mi conjunto y nadie dice nada.

Para completar la dicha, llamo a Comcel y me dicen que no tengo derecho a reposición pero que lleve un celular cualquiera y que la reposición de la SIM me vale apenas 10.000 pesos. En otras palabras, vaya y compre su celular a quien se lo robó y nosotros le mantenemos la línea. Sínicos

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