Me gustan los decálogos, debe ser algún remanente de la esquizofrenia católica que azotó a mis papás en mi temprana juventud. Puede ser que haya algo dentro de mi geek interior que guste de la simple combinación binaria. Cuando pienso en el diez es porque algo merece la mejor calificación, algo que se entiende aquí, en el Brasil y en la conchinchina.
Me puse a pensar en el 10 porque ya van diez veces que conmemoro a tu lado la dicha de nuestro amor, porque cada vez que sonrío pensando en ti en mi boca aparecen 10 dientes (oh, sí, los conté). En mi mente se puso a rondar la idea del diez, me acordé de nuestros conatos de panza, sí cada uno parece un diez. Entonces pensé que mejor 11 porque así es como nos vemos los dos flacuchentos cuando andamos uno al lado del otro.
Van 10.
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