En estos días he estado, como siempre, ansioso porque ya llega mi cumpleaños. Como no soy cristiano pues la navidad me parece aburridora: primero la ciudad se llena de luces y árboles, la gente sonríe más de lo común, el tráfico es terrible, las familias se reúnen (hay primos que no quiero ver), hay intercambios de regalos porque se supone que es una forma de dar gracias a dios porque nos mandó a su hijo (¿?) y en todas partes hay una sobredosis de moralismo y energía.
No, no me gusta la navidad. Me gusta es mi cumpleaños, que es exactamente 5 meses antes de navidad. No de la víspera, del verdadero día de navidad. Y es especial porque es mí día. Además porque es un día cargado de simbolismo, incluso para los que creen en las pamplinas de la religión católica. Era un día místico para los Aztecas, los nacidos el día de mi cumpleaños eran los primeros en ser sacrificados al Sol para conservar el equilibrio del universo. Para los católicos es el día en que los peregrinos deben llegar a Santiago de Compostela para rendir honores al apóstol después de recorrer el famoso camino de Santiago. Es un día importante para los republicanos que ese día celebran el día en que el Ejército Libertador derrotó a las tropas españolas en el Pantano de Vargas y para los militares que ese día se ensanchan en la celebración de su día. Ven, nací en un día chévere.
Como es mí día me da la gana de estar con las personas que yo quiero, y créanme, no ha sido fácil. En mí día enterré a una gran amiga, en mí día tuve que ver a mi papá devastado por una terrible operación y en mí día mi mamá estaba lejos solucionando problemas familiares después de la muerte de mi abuelo. En mí día me gusta comer ponqué, reír y disfrutar.
Quería escribir de mi cumpleaños porque mucha gente no entiende por qué para mí mi cumpleaños es el día más importante de mi vida.
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