Diseño de sonrisa casi calcado. Rayitos hechos por el mismo peluquero caro. El mismo busito preppy en la misma haciendita de siempre, sobre los hombros enfundados en un Lacoste. La misma haciendita sabanera. Los mismos vejetes atractivos de gafas de marca junto a sus mujeres rellenas de lifting, y una sonrisa estática. El canelazo. Las momias matriarcales enfundadas en pieles y en jeans de los años 80. El sueño real de Pepita Mendieta.
Todo esto en cincuenta páginas donde un simple matrimonio en Cartagena es retratado con mayor meticulosidad que la Operación Jaque y el bombardeo al campamento de Raúl Reyes juntos, y claro, donde un cumpleaños de una cuarentona hippie que finge vivir a lo rupestre (con muebles de un millón de pesos, rupestres, finca de 200, en la rupestre Barichara, y adornos de Usaquén , barrio del rico rupestre por excelencia), tiene más importancia que lo que sucede con alguna gente de esas de los pueblos que ni aparece en televisión.
El jet set tiene a quien lo adore, a quien lo sueñe, que son sus propias revistas. Y el jet set es el más grande mito de Colombia.
¿Por qué quien más, aparte de algunos trepadores, amigos y familia, podría hablar como si fuese un Adonis sibarita, de un tipo grande, blanco, gordo, casi calvo, con churcos y con ínfulas de Hugh Heffner? Sí, ¿De un tipo judío y rico llamado Lolo Sudarsky? ¿Acaso el mundo real lo conocería, soñaría con sus ridículas fiestas de pareos masculinos? ¿O le importaría?
El jet set ilumina las fantasías de una nación que se derrite en sus propias limitaciones, nos enseña a no ser envidiosos. Gocemos viendo gozar a otros como hicieron sus padres y sus abuelos. A nuestras costillas, pero igual somos generosos. Ni el mejor predicador habría podido ejemplificarlo mejor. Si ellos son felices, nosotros somos felices leyéndolos y riéndonos de sus desgracias.
Porque, ¿qué contendría las frustraciones, los sueños y el ocio del ama de casa de estrato medio, que se muere por un loft cuando apenas sabe pronunciar la palabra? ¿Qué podría indicarles, como se ha hecho desde que unos españoles levantados se convirtieron en los nuevos jefes del gamonal, que tienen que vivir más allá de su salarito mínimo?
Solo una revista del jet set puede dar maravillosas ilusiones en cualquier supermercado o sala de peluquería. Todavía me puedo casar con un rico, piensan las bonitas recepcionistas de una droguería del 20 de julio, cual Thalía en María la del Barrio. Mi hija aspirante a periodista todavía puede conseguirse un Felipe, piensa cualquier madre cansada del barrigón tacaño que mira la televisión en la sala contigua.
Aunque es más fácil emborracharse con los royals ingleses, que acceder a las cursimente singulares fiestas temáticas de algunos congresistas, la revista del jet-set dará la sensación de que fueron divertidísimas, y que cuando uno sea grande, trabajador, y en lo posible, lambón (y mejor aún, bonito) se podrá tomar la foto con el caricaturesco Papá Noel lameculos de aquellas esqueléticas mujeres que tertulian en peluquerías. Con Ponchito.
Cualquier redactor de una revista “seria” debería envidiar a las revistas del jet –set. Aún no se sabe nada en concreto de muchas masacres paramilitares, pero hace mucho rato que ya todo el país se enteró de los cuernos, con dirección, teléfono, testigos, acusados y demás, del monigote de Robinson Díaz a su esposa. Pura historia patria.
La cobertura periodística es impresionante. Cualquier fan esquizoide de bellezas como Ingrid Wobst , o de cualquier actriz pequeñamente talentosa, medianamente inteligente y totalmente “buena”, podría hacerse la idea de sus recorridos diarios y de sus quehaceres.
Foto en Andino, foto con la terapeuta de energías directamente reinterpretadas de Turkmenistán, foto saliendo de compras, artículos de cuatro páginas diciendo que ahora practican yoga, y que se encuentran embarazadas. Los de Ser Padres Hoy y los de las revistas prenatales creo que están celosos; las revistas del jet set tienen siempre a los ricos, famosos, y famosos por ser famosos, en sus portadas. ¡Qué envidia!
Mejor aun que leer una revista del jet-set, es ser periodista de una de ellas. Shaio Muñoz, pseudo-bohemio y bronceado ejemplo del hippie rupestre, solo tiene que ir de apartamento en apartamento, de coctel en coctel, de rumba en rumba, para conseguir lo que nuestro modelo social hace o dicen. Le pagan millones solo por divertirse. Por hacer lo que ha hecho siempre, salir con amigas y hacer nada. E ir a Barichara.
Lo demás está hecho para mamertos que denuncian a pobres líderes costeños que comercian con valientes motosierristas dispuestos a defendernos de los “malos”. ¿Quién los manda a sufrir por otro país que a nadie interesa? Es más divertido ver al famoso por ser famoso Juan del Mar correr con su minúsculamente dotada tanguita en las Playas de Bocagrande.
Si eso no es buen espectáculo, ni tampoco los desvaríos rumberos de Andreita Casiraghi, el principito de Mónaco que posee el físico de Kurt Cobain en sus últimos días, entonces no sé que lo es. Ver madres campesinas llorando por el que podría ser el chofer ya es tedioso, y nos hace pensar que los malos somos nosotros.
Los pobres ricos de nuestro país, si bien no nos dan pan, nos dan circo. Nos dan de qué hablar y en que ensoñarnos en vez de trabajar. Aseguro que cuando Pablo Escobar leyó sobre el pobrecito de Julio Iglesias, con sus ochenta mujeres, o del pobre viejecito que es Rupert Murdoch, sin nadita que comer, se dispuso a encaminar su vida. ¡Y vean los maravillosos resultados! Ahora es un mito.
Como muchos de los de las revistas, usó los mismos métodos para volverse rico, es un negocio de todos con todos, como sostenía nuestra malograda “Material Girl” de los ochenta, “Virgie” Vallejo. (El del Jet Set siempre tendrá un nombre distintivo, cual Osito Cariñosito). Aunque claro, los otros siempre se han divertido más. Pero qué importa, hay negocios para todos.
Leer al jet set es un sueño. Uno se sueña con los mismos y con las mismas. Sueños de lo que podremos ser sin escrúpulos, o con buena lengua, o con buen culo, o con un talento excepcional, eso sí se vive en La Cabrera. El Jet Set hace tomar conciencia al país de su miseria, al no hacerlo para sí mismo. Soñemos con una frijolada y un torneo en Los Lagartos, porque eso nos indica la vida. Soñar no cuesta nada, claro. Pero lo barato siempre sale caro.
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Dando una vuelta por Facebook me encontré este escrito de mi amiga Lux Lancheros y después de pedirle permiso aquí se los comparto. Un abrazo
A esa vieja le brota el antisemitismo por las venas.... claro..... era mas que obvio..... porque no dijo la religion de los demas??
ResponderEliminarcon amigos asi para que enemigos... seguro la pedofilia abuso de ella
Mayaan, por favor, da la cara, ¿si? Este artículo en ningún momento menciona la religión de los implicados. Cuando tengas argumentos y no insultos. (y MENOS TROLLEOS, desdicen mucho de ti), hablamos. Lee bien el artículo y luego comenta.
ResponderEliminarUn beso.
Lux Lancheros, la autora.