domingo, 8 de febrero de 2015

En la cuerda floja

Ella siempre pensó que era un ballet. Se ponía de puntitas, se acercaba, alejaba, estiraba las manos hasta que quedaran a su alcance, sin darle tanto. Lo bailaba con gracia pero con suma pereza, le gustaría cogerlo, darle besos, describirle lo que le haría si estuvieran solos en un salón o como le gustaría que la acariciara mientras maneja el carro.

No, no es un ballet. Es una cuerda floja, cualquier paso en falso la enviará al vacío. Las palabras son medidas, los actos contados, las propuestas deliberadamente conservadoras y los sí se dan con el tiempo.

Él sabe que no se puede contener, que tiene que esconder sus intenciones. Cree que está en una lucha de boxeo, da un golpe y sale corriendo a su esquina del cuadrilátero a esperar la respuesta, a ver si todavía hay espacio para la lucha, para un segundo asalto, para noquear a ambos.

No, no es una competencia por asaltos, es una cuerda floja. Cualquier movimiento muy brusco lo tumbará al vacío sin posibilidad de volver. Las palabras son medidas, los actos contados, las propuestas deliberadamente conservadoras y los sí se dan con el tiempo.

La meta de ambos, aunque la desconocen, es caer al vacío al mismo tiempo. Los dos se quedan ahí tratando de no caer, de que no los maltrate el golpe, de que valga la pena tanto malabarismo. Al final, los dos tienen que dejarse ir, es la única forma de prosperar.

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