lunes, 11 de marzo de 2013

Un café


Su beso sabía a café, de esos de pepitas, carrasposo, amargo, sin dulce. Fue un beso de esos que solo te dan una vez en la vida, y esa fue mi vez, entre chiflidos de uno que otro incauto transeúnte en una calle del norte de la ciudad, así fue esa vez. Quería llegar a casa, estaba extenuado, exhausto, Transmilenio funcionaría hasta las once de la noche, lo sabía, pero quería dormir fulminantemente, ya estaba harto de aquel trabajo, mi fiel amiga estaba allí, justo al lado mio  esperando un G5 o una llamada. Primero llego lo segundo. En menos de diez minutos estaba envuelto en una cálida copa de tequila, amarilla, sintiendo el agave hasta la faringe, y como mal tomador me prendí. Prenderse es medio emborracharse, que va, estaba borracho, mucho muy borracho.
Me molestó mucho días anteriores, todo parecía una broma y tal vez sí lo era, nunca llamo mi atención totalmente, siempre me gustó el café, pero de ese que viene en pocillos, no del que empacan en besos. No sabía que iba a tomar, yo solo estaba esperando mi G5 cuando aquella llamada interrumpió el rumbo. 
-Las mujeres me han hecho mucho daño- me dijo silentemente, casi sin decirlo.
¿Y qué se supone que debería responder?, nada, quería dormir, quería enredarme entre mis sabanas, quería morirme 8 horas y luego despertar.
-¿Y por qué no prueba con un hombre?
¡Lo dije!, alguna tripa me traicionó, no sé de dónde salió eso, desde lo más profundo de mi ser, vaya curiosidad, mi cerebro y mi corazón dominados por mi pene.
No dijo nada, yo solo sonreí -no me pare bolas estoy bromeando-pensé.
Hombre, la vida se me fue en unos segundos, vi gente, mucha gente, vi tequila, vi risas, vi limón y sal, vaya, esto es una droga.
-¿Cuándo salimos?, ¿Es que usted no me quiere?-, me decía mientras trabajábamos, yo solo sonreía, ese tipo me está balseando, lo sé. No me gusta, nunca me gustó, sin desmeritar que siempre ha tenido lo suyo, y todo su cuerpo es una pepa de café, tostadito, moldeadito, bello. Esa noche lo quise tener en mi cama, y se lo dije, solo me hacia una tímida seña en tono de espera ¿Esperar qué?
Estuve mirando al techo por minutos, desorientado, mi cerebro estaba loco, le mandaban ordenes de todas partes del cuerpo, estaba desgonzado, solo la vista era mía, fija en el techo, mi pene parecía masturbarse por sí solo, el techo no ofrecía nada nuevo; era negro debido a la noche oscura y unos tímidos rayos de luna iluminaban. Había dos hombres más en el cuarto, pero no estaba él, -¿Por qué no entra?- pensaba, “entra, solo quiero probarte de nuevo”. Esa rara sensación a tiramisú, un poco más amargo, ¿un coffe delight? no, no eres tan dulce, fuiste humedo y lijoso, como la lengua de los gatos.
Nunca entró. Al día siguiente teníamos mucho dolor de cabeza, todos. Llegamos tarde al trabajo. Nadie comento nada, ni dijo nada. Me estaba enloqueciendo, mi lengua sabia a café y nadie lo confirmaba. Tal vez ese beso nunca fue beso, nunca sucedió. Aun así, ya sé a qué sabe, ¡sabe a un expreso!

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Gracias Andrei por esta historia

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