domingo, 24 de junio de 2012

De la Reforma a la Justicia

No me gusta escribir de los temas en los que la razón se ve nublada por sentimientos, mucho menos cuando esos son negativos. Escribo de desamor después de mucho tiempo para evitar problemas; no me gusta la tematización de la agenda pública (curioso porque mi trabajo de grado de la universidad fue de fijación de agenda pública de un tema moral). Antes que nada, quiero pedir disculpas por usar categorías libremente, no pretendo que este sea un documento académico y así me daré libertades que no debería.

Me parece que ahondar sobre el texto aprobado, la forma cómo fue aprobado y si sabíamos o no que eso iba a pasar me parece poco relevante, todos deberíamos estar informados y los que no están pueden hacer una rápida búsqueda en internet y encontrar millares de artículos al respecto. A mí me preocupan dos temas fundamentales de los que no he leído nada y que, a mi parecer, son más graves que lo aprobado.

El primer tema que me preocupa es el de la representación, en un sentido amplio, casi que bordeando cómo actuamos como ciudadanos y cuáles son las implicaciones que tiene nuestra cultura política en la forma como asumimos la representación (o viceversa). Me parece cómico (sí, cómico risible) que los ciudadanos no se tomen en serio la función de la representación y en un momento de euforia salen a darse golpes de pecho, es una lavada de manos que se me antoja inadmisible. Antes de que me odie por mis palabras hágase las siguientes preguntas:

  1. ¿Votó? Si votó asumió el poder de la representación. Si no votó no quiso escoger representantes (está en todo su derecho).
  2. ¿Por quién votó? Si se acuerda, al menos tiene en la cabeza cuál es su representante. Si no se acuerda de nada le valió su voto.
  3. ¿Pide que sus representantes le rindan cuentas? Si sí, usted es un ciudadano poco común. Si no, la voz y el voto que lo representa para usted no tienen sentido.
No son preguntas vanas, la mayoría de las personas a las que les he preguntado en los últimos días no saben responder las dos primeras, mucho menos la última. No estoy diciendo que si usted no votó o no se acuerda por quién votó no tiene derecho a quejarse, ni más faltaba, pero su actitud como ciudadano ha sido cómplice de que la reforma haya pasado. Yo soy de los raros que sí votó, que sabe por quién votó y que revisa constantemente Congreso Visible para saber qué hacen mis representantes y cuando lo considero necesario les halo las orejas. En el Congreso están nuestros representantes, ellos son nuestra voz y nuestro voto, ellos deberían votar como nosotros lo haríamos, vea la tarea cómo es de complicada, mi senador tuvo como 80.000 votos y aún así siempre ha votado como yo lo habría hecho (entiendo que esta vez se abstuvo porque estaba en Rio+20 pero hay un par de artículos suyos en los que criticaba la Reforma y no votó positivamente en las discusiones de Comisiones ni Plenarias).

Una cosa que me ha impresionado es el unanismo en contra de la reforma, tal vez nunca los medios, los formadores de opinión, los ciudadanos del común y hasta los políticos avezados, habían estado en contra de un tema con tanta vehemencia. Esta reforma parece ser una especie de engendro de las FARC, todos la odian. Eso creo que es positivo pero estoy seguro que no cambiará las actitudes de los ciudadanos frente a sus representantes.

Ahí está el otro problema que me preocupa, supongamos que la indignación nacional puede derrotar las voluntades de los representantes ¿Qué va a pasar? Unos dicen que hagamos un referendo para acabar con la ley, otros que revoquemos el Congreso. Ambas iniciativas loables ¿Para qué? Tumbar un Acto Legislativo que se puede volver a hacer me parece un gasto de energía y de dinero innecesario que podría terminar en una terrible decepción. 

Si cambiamos el Congreso cuál es el siguiente paso ¿Quiénes son los nuevos liderazgos? Yo repito con ahínco que nos ha llegado el tiempo de gobernar a los que nacimos y crecimos en la Constitución del 91 pero a veces creo que no somos suficientes, que no tenemos herramientas para derrotar de una vez y para siempre las malas costumbres políticas ¿Será que ese país rural que tiene más representación que el urbano por fin será derrotado? Lo dudo. Cambiar todo para que sigamos igual con corruptos y violentos nos sigan gobernando se me antoja desgastante. 




10 comentarios:

  1. El verdadero engendro de lafar fue el tal marco legal aprobado unos días antes y sigo sin entender por qué el acto mucho más grave de entregar la impunidad a los terroristas no causó al menos esta misma clase de indignación.

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    1. No estoy de acuerdo. Gracias por el comentario

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    2. ¿Y dónde queda la coherencia? Si lo que indigna es la vulneración a la justicia y la posibilidad de que los crímenes queden impunes, el marco para lafar es eso a los terroristas tal como las alteraciones de la reforma lo eran a los congresistas... De hecho es posible que algunos congresistas al ver que la justicia se le entregaba en bandeja a los terroristas pensaron que para ellos también quedaba algo de lo mismo.

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    3. Creo que las circunstancias son diferentes. Cuando nos veamos sumercé le cuento mis apreciaciones al respecto.

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  2. Bueno y cuando nuestros candidatos no fueron electos a quien se le hace el control político al partido que representan, ese fue mi caso

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    1. La ley colombiana establece que las curules no son personales sino del partido, así las cosas, tú votaste por un partido más que por una persona. Al partido debes pedirle rendición de cuentas.

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  3. En mi opinión, lo que se está gestando es una nueva constituyente para "refundar" a Colombia (La palabra "refundar" ya la había leído en el acuerdo de Realito y en otros acuerdos de antes y después).

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  4. Rodrigo:

    Estoy de acuerdo contigo. La representación es, tristemente, un punto vital para una democracia sana que la mayoría de los votantes y no votantes de nuestro país se rehusan a entender. Somos muy activos para elegir a las cabezas visibles, pero no prestamos atención a la representación. Es como si buscásemos la culpa más que la acción misma. Elegimos a quien señalar antes que quien actúe en armonía con lo que pensamos.
    Frente a tu pregunta del final, creo que el país rural no es derrotable aun porque, pese a todo cuanto digamos, es más grande.

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    1. Daniel,

      No creo que el país rural sea más grande, sólo que tiene más poder de representación. En los 5 departamentos amazónicos vive el 1% de la población y tienen 10 representantes. En Bogotá vive 15% de la población y apenas tenemos 18 representantes, ni qué decir de la Costa o Boyacá. Esa disparidad los vuelve poderosos. Gracias por el comentario

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