jueves, 15 de marzo de 2012

Noche de fantasía

Salió de su casa diciendo: “Mamá, voy a salir con mis amigos a comer algo y después a un barcito”;
una típica mentira de un sábado en la noche. En realidad él se dirige hacia un lugar al que
ilusamente llama “oportunidad de amor”, un antro horrible al norte de la ciudad donde todos se
reunían para dejar correr sus problemas con alcohol y música, y en donde se concentraban en lo
más importante: encontrar el amor de su vida.

Ingresa al sitio ansioso, entusiasmado por encontrarse con sus amigos y esperando a que esta sea
su noche de triunfo, en la que podría encontrar el amor. Saluda y se dirige hacia la barra. Después,
con trago en mano, se para en el círculo que hacen sus amigos y, a partir de ahí, comienza el
momento de exhibirse: el momento de la rumba, en el de llamar la atención de esa persona que
aún no conoce pero que seguro encontrará, todo, como si fuera un ritual de apareamiento.

Se acerca la media noche y, sin ser cenicienta, la rumba continúa. Algo embriagado y bañado de
sudor comienza hacer ronda por el sitio, buscando una mirada que se conecte con la suya y que lo
lleve a sentirse en las nubes, o que al menos no le haga voltear su cabeza con señal de desagrado.
Para su suerte, tropieza con otra alma desesperada, con la que se mira e intercambia unas cuantas
palabras. Desde ese momento hasta que salen del sitio aquellas almas solitarias se saludan con la
mirada una y otra vez, coqueteando inocente y tímidamente, tal y como lo hacen los niños en el
colegio, pero con un poco más de picardía.

Llega el momento decisivo. Es hora de enfrentar esos ojos que tanto lo han intimidado y
emocionado durante la noche. Se acerca y se presenta, le propone que sigan la fiesta para que
puedan conocerse. Él cortejado acepta sin vacilar, así que ambos muy emocionados abordan un
taxi y se dirigen hacia otro antro más al norte, el cual está lleno de gente borracha y desesperada
–al igual que ellos, pero menos disimulados-, quienes esperan con avidez al amor de su vida, o de
la noche. “Pobres”, dicen graciosamente, burlándose de ellos, sin saber que hacen parte también
de esos fracasados sentimentales.

Después de hablar y de sentir conexión, deciden pasar las cosas a otro nivel. Así que se van a un
motel cerca del lugar -ambos en alto estado de embriaguez- y se dejan llevar por la emoción
olvidando de paso la pena que los atormenta. Ingresan al motel y no saben qué hacer: Hablan,
se besan, se tocan, hacen planes a futuro como pareja… olvidando que llevan apenas 4 horas
juntos. En un momento de pasión uno de ellos dice “siempre esperé por ti” lo que ocasiona que
en el otro se enciendan fuegos artificiales, -como el famoso video de la Perry-, y que se dijera a si
mismo: “esta noche valió la pena, encontré al hombre de mi vida…”

Despiertan bruscamente con el sonido del citófono que les anuncia que su tiempo ha terminado.
Gran coincidencia, porque no ha sido lo único que llega a su fin, sino también las promesas hechas,
los besos apasionados y los planes armados. Se levantan con dolor de cabeza, con guayabo, con
cruda, con resaca, con hangover, etc., como sea que lo llamen. En fin, abren los ojos sin saber bien
donde se encuentran, ni cómo llegaron ahí. Entraron como dos “enamorados” y salen como dos
desconocidos, con la moral por el suelo y con el sabor amargo de un amor fugaz, que no duró sino
unos cuantos tragos y unas horas de pasión.
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Esta historia la escribió @Juanma1013 Muy querido :D

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