Aprovechando el aniversario número 3 del blog de El Bayabuyiba, me animé a escribir un post para unirme a la celebración. Antes que nada, quiero contar brevemente como pasé de no conocerlo a estar aquí en su blog publicando algo.
La primera vez que tuve contacto con su seudónimo fue en twitter, pero como resultado de una lectura fugaz, leí inicialmente “Elbia Yabuyiba”; imaginé una especie de señora que tenía un nombre con una ortografía poco usual, y un apellido que sonaba de ascendencia indígena. Sin embargo, justo el día en que le dí “follow”, varias personas lo estaban felicitando por motivo de su graduación, entonces ahí supe de mi confusión. Luego de un tiempo en que estuve leyendo sus tweets, me inquietó mucho la personalidad que le percibía, especialmente su capacidad para decir las cosas que hacía, pensaba y opinaba, sin tapujos ni mojigatería alguna. Y aunque nunca me ha parecido relevante conocer la inclinación sexual de una persona para hacerme una idea de su personalidad, si me impactó la naturalidad con la que hablaba del tema usando ciertas palabras a las que usualmente se les da una connotación vulgar, y eso me generó una empatía con él, porque siempre me han molestado quienes se valen de artilugios idiomáticos para no llamar a las cosas por su nombre, sino que inventan nuevos conceptos que consideran más acertados. Rodrigo no es de esos que rebuscan palabras, ni de los que ponen sus moralismos por encima del diccionario, él usa las palabras necesarias asignándole su respectivo significado. Precisamente porque admiro que él como comunicador y periodista no les siga el juego a los moralistas del lenguaje, quise escribir esta diatriba contra la palabrería en la que se ha envuelto la comunidad LGBT.
Una vez un amigo me dijo: “yo soy cacorro, no marica; aunque suene más feo”, y ante mi inquietud sobre esa afirmación, me explicó que aunque la palabra “cacorro” (que es muy usada en Antioquia) tiende a considerarse más despectiva que “marica”, en el diccionario se define a un “cacorro” simplemente como un “hombre homosexual”, mientras que un “marica” está clasificado como “insulto” y significa “hombre afeminado”; “es hasta sinónimo de Urraca”, me dijo. Pero yo no entiendo cómo puede preocuparles más lo que diga un diccionario que el hecho de que la condición sexual se siga usando comúnmente como insulto; andan innecesariamente preocupados por inventar palabras, cuando la realidad les muestra que el uso de esas palabras en la sociedad sigue siendo despectivo; el significado de una palabra lo da más las intención que el diccionario.
Yo, por ejemplo, nunca he estado de acuerdo, ni he entendido muy bien, toda esa parafernalia semántica que se han inventado alrededor de la defensa de la diversidad sexual. Homosexual, lesbiana, bisexual, travesti, transexual, transformista, transgénero, son ejemplos de la supuesta clasificación correcta de las preferencias sexuales y la identidad de género. Me pregunto yo: ¿Para qué tanta elocuencia, si el colombiano promedio los sigue llamando “gays” a todos, sin distinción alguna?; dirán entonces que es útil al interior de la comunidad, en la que sí conocen los respectivos significados; pero la verdad es que eso no le quita lo contradictorio. Me refiero a que esa especie de taxonomía semántica con la que quieren clasificar cuanta diferencia hay en el gusto sexual de las personas, ha sido una dialéctica pésimamente estructurada. Hay que fijarse nada más en que la clasificación “bisexual” se incluye dentro de las “Preferencias Sexuales”, cuando se supone que el bisexual es la persona que se siente atraída tanto por los hombres como por la mujeres; o sea que “bisexual” vendría siendo una preferencia sexual justo del que sexualmente no prefiere ni una cosa ni la otra, ¡que incoherencias inventa la gente!. Ahora bien, se supone que la “heterosexualidad”, según esas definiciones que tanto les gustan, es la “relación erótica entre individuos de diferente sexo”; o sea que, en ese orden de ideas, la masturbación, al ser una relación erótica con sí mismo, vendría siendo como una práctica “homosexual”, independientemente los sus gustos sexuales de la persona. Ya ven que no es fácil entender todo lo que han inventado alrededor de los gustos sexuales.
Si quieren vender la idea de que la preferencia sexual es un gusto como cualquier otro, deben empezar por creérselo ellos mismos, y no andar excediéndose en palabrerías. ¿Acaso a alguien le piden que defina su preferencia climática con un nombre?, ¿o hay palabras para diferenciar a los que les gusta únicamente el amarillo de los que además del amarillo también les gusta el azul y el rojo?, No, por que es más complicado que útil. Por lo demás, con todas esas clasificaciones solo logran fragmentar y generar diferencias en una comunidad que debería permanecer unida en la diversidad. Si es necesario, que los llamen maricas y cacorros a todos, lo importante es que esas palabras dejen de ser insultos; que no sigan con esas parafernalias inútiles, que hay que transformar los significados en la mente de la gente más que rescatar palabras del diccionario; de hecho, que si se va a usar el prefijo “Homo” para describir los gustos y el amor de las personas, que no se use el griego “homo” que significa “igual”, sino el latín “homo” que significa "ser humano”.
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Conocí a Esteban en una rumba y resultó ser un paisa más divertido y amable que como me lo había imaginado en sus tweets. Es uno de esos economistas chéveres (que tanta falta le hacen a este país). Espero que les haya gustado y si es así, haga click en follow de @espaniagua
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