Hay otros que sí usan pijama

Estar en pijama me encanta. Cuando la tengo puesta me siento en mi hogar, seguro y con la tranquilidad de que habrá una excusa para no salir: 'estoy en pijama' ha sido, particularmente, un recurso muy eficaz ante una endeble necesidad inesperada de dejar la casa.

De la misma manera, siento que en cualquier momento puedo disponerme para disfrutar de uno mis placeres favoritos: el sueño; una vez puesta la pijama, si dormir no es inconveniente, es solo cuestión de recostarme en la cama, sin la incomodidad de cualquier prenda que se use de la puerta hacia afuera.

Si es cosa del placer de dormir, vestirla despierto y dormir con ella me permite aproximar ambos estados, vigilia y sueño, a un punto común de evitarme la incomodidad de quitarme o ponerme prendas. Ahora, dormir sin ella puede ser muy cómodo, no lo puedo negar.

Sentirme cubierto de nada más que suaves cobijas estimula mi tacto y hace que mi reposo pueda ser más placentero, por eso creo que si de prendas para dormir se trata, hay que detenerse en el tipo de pijama.

Debe ser algo que ofrezca comodidad, que se aleje del grueso de la ropa diaria, sea tan ligera que acaso se note, y a la vez que cubra plenamente si de penas se trata. A fin de cuentas si vestimos algo debemos procurar que sea agradable.

Estar en pijama refleja la comodidad de sentir mi hogar, de manera menos expuesta y más ligera. Dormir con ella es un aliciente: el frío que escapa a mi cubrir de sábanas, encuentra un último tramo de tela muy delgada, que evita el traumático cambio de temperatura que experimenta mi piel, al contrastar con el calor cultivado de mi cuerpo.

Me llena de placer sentir mi piel cubierta de telas suaves y ligeras, y también lo hace que mi reposo se vea acompañado de un vestir discreto que puede alivianar un despertar intempestivo, así como de cuidarme de bruscas sensaciones en mi piel durante el sueño.
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Este post fue generosamente escrito y donado por @Filipogs, uno de mis seguidores/seguidos de Twitter. #Enjoy