domingo, 20 de junio de 2010

Y no le volvieron a llegar

Había lluvia, hacía calor, miles de mosquitos volaban a su alrededor. Decidieron meterse a la piscina, era el único lugar donde no había insectos. Los pies estaban molidos por los zancudos, el cuello tenía una picadura de una avispa roja y en las manos estaban las llagas de unas hormigas que habían atacado los dulces en el aparador.

El agua estaba fría, las ondas formadas por las gotas habían desaparecido con las primeras olas de los chapoteos. Necesitaban pitillos pensó ella, así escaparían de todo de esos molestos animalejos. Un arma se dijo él, no mentiras, no habría balas en el mundo capaces de matar a todos los insectos que los rodeaban.

Al fondo, se veía un panorama blanco, eran las tupidas gotas de lluvia de ese desdichado julio. Al fondo, casi en la penumbra se veía un molino de viento, el encargado de llevar el agua pura a los tanques de la casa y abastecer esa piscina, al lado una casucha donde otrora había estado una máquina generadora de energía. La casa estaba cubierta de una curiosa neblina, parecía un granero embrujado.

En medio del desespero, ella decidió que correr bajo la lluvia podría ser una buena idea, al fin y al cabo las gotas de lluvia estaban tan frecuentes y tan grandes que las alas de ningún bicho habrían sobrevivido más de un par de minutos y las hormigas debían estar buscando la forma de evitar que los charcos inundaran sus cuevas.

Se quitó el brasier y se dejó los calzones para hacer caso a un pudor repentino. ¿Quién podría verla? Un par de vacas que pastaban en el potrero de al lado, un perro perezoso que se escondía bajo una de las sillas playeras y un pájaro carpintero que golpeteaba una palma sin intenciones de parar. Sus senos eran pequeños y no muy redondos, caían naturales y un gran espacio separaba uno del otro. Se podían pasar tres dedos por encima del esternón sin tocar alguna de las dos protuberancias de los lados.

Al verla de frente él recordó por qué la había escogido. Ella era humana, tenía un pliegue de un gordo justo arriba de la cintura, unas caderas pronunciadas, un par de estrías en el borde lateral de las nalgas y al correr, como cuando estaban haciendo el amor, se le marcaban los puntos de una crónica celulitis que ella había dejado de intentar acabar años atrás. Una pequeña y sexy línea de pelo nacía en la coyuntura de sus vulvas y se aclaraba en su camino al ombligo.

Él no quería salir de la piscina, había aprovechado que ella se había despojado de su brasier y entonces se libró de la pantaloneta que apretaba sus bolas y que escondía su pipí. No hay cosa más rica que tener el pipí libre, pensó, después le dio risa, si los hombres decidieran no usar pantalones las mujeres seguramente andarían con una regla y más de uno tendría erecciones más frecuentes, calor, roces indebidos, pensamientos impúdicos, multitudes y soledades; no habría sido una buena idea.

Ella se resbaló. No había necesidad de correr, pensó él. Ella se raspó la piel y empezó a sangrar, al principio eran unas gotas que pensó pararían por el agua. Tal vez la agitación o una cortadura más profunda que no podía ver y que no le dolía hicieron que un chorro más abundante brotara. Él salió de la piscina y pronunció las palabras prohibidas: vamos a la casa, toca limpiar esa herida y ver por qué sangra tanto.

Una jauría de zancudos y moscos los esperaba en la puerta. Era jauría porque estaban rabiosos, y el olor a sangre los alborotó. Pronto la herida estaba negra, cubierta de bichos, el chorro de sangre había parado pero parecía que ella perdía más sangre ahora. Ella volteó a ver y por un momento sintió que se le iban las luces. Efectivamente se le fueron. Y no le volvieron a llegar.

4 comentarios:

  1. Rodrigo Alberto de todos los santos, es increíble cómo después de leer muchos de tus post aún me dejas boquiabierta con esos finales :)

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  2. Me gusto el Inicio, nudo y desenlace #win

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  3. nooooooo!! que esto tan dramático?¡????¡¡??? me morí que fuerte que cosa hombre, ahora te metiste a escribir historias de terror??

    Estilo único el tuyo, oye!

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  4. no que horror, como así que no le volvieron a llegar?

    Me gusta que no eres estricto al usar palabras como pipí o calzones o bolas.

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