No sé qué me dio más rabia. Mejor dicho sí sé, y por eso te estoy escribiendo para que al menos una vez en tu vida sientas que es bueno pensar en mí. Cuando estaba haciendo la fila convencido de que no llegarías me dio tristeza pensar que ya no sentía ganas de esperarte, que ya no quería saber más de ti. Me dio rabia saber que te conocía tan bien que por más que mis ojos esperaran verte una vez más mi corazón y mi mente ya estaban acostumbrados a tus desplantes. Seguro te quedaste durmiendo. Fijo estás en un trancón. A lo mejor preferiste no venir a despedirte porque detestas mi melosería. Sea como sea esperaba que al menos me dijeras adiós. ¿Mucho pedir? Después de tantas cosas habría sido chévere saber que los dos nos dejamos libres y sin remordimientos. Mi mamá dice que el que se queda es que sufre porque va a tener que revivir muchos momentos de la relación en solitario. Eso le pasó cuando se separó de mi papá por un tiempo y él se fue a encontrarse con su perdida juventud.
Creo que contigo no va a pasar así, ni te darás cuenta de que no estoy. No importa. El caso es que rabia me dio no verte, rabia me dio no abrazarte, rabia me dio de que nosotros hubiéramos desaparecido desde hace tanto tiempo. Rabia, rabia, rabia. Ahora estoy aquí, en esta impersonal y publicitaria sala de espera. Esperando, obvio, para eso son las salas de espera. Qué espero. De ti, nada. Miento, el celular sigue prendido y cada cierto número de segundos (¿cinco, seis, dos, siete, diez?) lo veo para estar seguro de que no me perdí de tus llamadas o que no me escribiste un mensaje, me enviaste un video, me prometiste amor eterno. Que idiota, no fuiste capaz de llegar a tiempo, no puedo imaginar que te vas a reivindicar en el último momento. Estoy aquí, muriendo de frío, escribiendo este correo y cargando el computador. Tendré un poco más de dos horas de tedio antes de llegar a Lima y otras horas recorriendo las estúpidas distancias de esa ciudad costera para encontrarme con mi futuro.
Sí, mi futuro. En ese claramente no estás tú. Parece que ya no eres ni siquiera parte de mi presente. Contigo tengo un problema, me pones a divagar, si te das cuenta comencé a escribirte porque tengo rabia. Rabia de tu forma de ser y de mi idiotez. Entonces voy a simplificar y voy a decirte las cosas que me sacan de quicio y dejamos hasta ahí. Y comencé diciendo que no sabía qué me dio más rabia. No te dio la gana de aparecer. Te dio miedo darme un abrazo, te dio mamera darme un último beso. Te debiste cagar de risa pensando que yo me iba a quedar, como me quedé, esperando que aparecieras a último momento. Tal vez ni te has dado cuenta de que yo me iba hoy y más tarde cuando te despiertes vas a extrañar mi llamada matutina. A ti, no quiero que suene a reproche, nunca te importó lo que yo decía. No era maldad ni ganas de sacarme la piedra, así fuiste desde el principio, sólo que al final me desesperó tu actitud. Tampoco eras buen escucha. De seguro ni te diste cuenta cuando te dije que hoy tenía que estar temprano en el aeropuerto. Fijo no sabías que hoy era el día que me iba. Debiste pensar que era cualquier día de la semana y que mi fijación por los miércoles me hacía celebrar los últimos momentos en Colombia ese día. Apuesto que te va a dar rabia que no te conteste más tarde y que me vas a putear mentalmente cuando veas en tu bandeja de entrada un e-mail mío.
No me importa, simplemente quería dejar salir todo esto antes de montarme en el avión porque este viaje tiene todas las posibilidades de hacerme somatizar el desespero mental que me produce pensar en ti. Que tengas una feliz vida.
Mi amoorr!! qué triste!!!
ResponderEliminarCamina lima... oye las olas romper contra las rocas...
olvidalo, olvida todo... pon la mente en blanco y respira!!!
Beso