lunes, 23 de junio de 2008

Carta al amante desconocido

Una de mis mejores amigas es una excelente escritora y hace un tiempo estaba enamorada de un hombre al que sólo había visto un par de veces... y al que ni siquiera le habia hablado. Esta carta es vieja, pero hasta hace unos días volví a pensar en ella y hoy le pedí permiso a Emma para publicarla... disfrútenla...


Querido tú:

Escucho mi sentido común, allá en el fondo, diciéndome cuán patética es la carta que inicio con esta frase.

Allá, cada vez más molesto, me dice que no se le debe escribir a quien no se conoce para decirle que se le ama sin conocerle.

Ahora, furioso, emite sólidos argumentos sobre la irracionalidad de eso que hoy es conocido como amor platónico. -El amor es una construcción, dice. Y yo le creo.

-Pero es una construcción de la imaginación- le respondí.

Se quedó callado, y de aquí en adelante sólo será juez...Uno expectante, inquieto, incorruptible y siempre inquisidor.

Su mirada ya no me intimida. Lo pienso olvidar, librarme de él y simplemente aventurarme a escribir para todos, pero especialmente para ti, un medio secreto: un día te vi en la Javeriana, y no necesité más para caer rendida a tus pies.

No sé quien eres, ni tu nombre, y tal vez solo seas víctima de esa vieja costumbre mía de idealizar hombres comunes. Pero quizá, como dice el poema de José Asunción Silva, tú seas "el Rodolfo Boulanger de una madame Bovary", y solo aquella remota posibilidad justifica el ridículo.

La universidad, para muchos la perfecta agencia matrimonial de la que tanto desconfié, terminó siendo la consumación de un destino. El escenario de un amor imposible, y en últimas, lo único que nos une.

Entonces descubrí que en la movilidad de la Javeriana, esta pequeña ciudad de anonimato, existen personas como tú o como yo. Como yo que te creé, y como tú, que caminas por sus corredores con la seguridad de alguien que guarda un talento y con el don de quien respondería esta carta, si yo se lo permitiera, con versos secretos.

Al igual que un par de conocidos que se están enamorando, también tenemos citas; esta vez no es en una banca, un restaurante, tu casa o la mía. Los encuentros, a los que solo yo estaba invitada, eran frente al edifico Fernando Barón.

Mientras esperabas, y no a mi, me dedicaba a hacer conjeturas sobre que, sea lo que fuera que estudiaras, lo hacías por amor.

Otro día te vi en un bus, y supe que a lo mejor vivíamos cerca. Creo que me pasé de mi paradero con la intención inconciente de conocer tu mundo. Afortunadamente me retracté pronto.

Hoy solo quisiera saber qué lees, y me devoraría los libros que te gustan con la desesperación de quién espera conocerte a través de ellos, o relacionarte con alguno de sus personajes.

Solo temo caminar un día desprevenida y verte de la mano de otra, de cualquiera, de alguien que no te sueñe como yo, o peor, que te haya soñado así.

Hace varios días no te veo, y te extraño, te extraño mucho. Ahora ni siquiera yo llego a la cita, y así pasará el tiempo. Tú te graduarás, seguramente antes que yo, te enamorarás, y no tendrás nada que olvidar porque no me conociste.

Tal vez yo viva con la amargura de lo que pudo ser. No, después de un tiempo te olvidaré. Quizá lea algo que escribiste y me rinda ante tus palabras como alguna vez lo hice ante tu reflejo.

Hoy hago público mi más íntimo deseo: que me escribas como yo te escribo, que me cantes como yo te canto...Cual conjuro de amor.

Si crees ser él, escríbeme...

Tú, el lector, el hombre de mi vida...Aún sin conocerte lo eres.


Emma Jaramillo

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