domingo, 10 de junio de 2012

En el cachete

Corría un viento helado, de ese que cala hasta los huesos. Detrás tuyo veía la luz de la luna reflejada en las nubes. Con todo el frío que estaba haciendo a mí las manos me sudaban, me encantaba verte fumar, cambiar la posición de las piernas, cerrar los brazos e incluso la forma como brindabas conmigo sin necesidad de palabras.

Pocas veces nos quedamos callados, prefería hablarte con palabras a que mi cuerpo en medio de los silencios te gritara las cosas que estaban pasando por mi mente. Tomamos sin prisa, comimos con el afán de un hambre largamente explotado, reímos de historias que nos ponían en común. Para escapar del frío y la Luna nos sentamos uno al lado del otro y los cuerpos empezaron a decir entenderse en ese raro lenguaje de las posiciones y las calenturas.

Me contaste cosas que ya sabía y otras que sospeché por mucho tiempo. De repente me limpié el sudor con mi pantalón y te cogí la cara con ambas manos, te di un pico en la boca y te separé rápidamente. Me hiciste cara para que siguiera y decidí volver a acercar mi cara a la tuya y en el momento en el que los labios se iban preparando para otro beso, te corrí la cara y te di el beso en el cachete. -¿Qué pasó?-, preguntaste desconcertado. -Nada-, respondí, -a veces los besos en la boca son muy genéricos, prefiero darte un beso en el cachete que jamás vas a olvidar-.

Te quedaste en silencio, me devolviste el beso en el cachete y a mí la cara me empezó a temblar, te abracé y me quise quedar ahí por mucho tiempo, sin frío, con besos de verdad, con parola, contigo.

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