domingo, 5 de diciembre de 2010

Una deliciosa efervescencia

Estaban sentados de frente. Él le había prometido un masaje y estaba tratando de relajar los músculos del cuello. -Suelta la cabeza-, le decía mientras intentaba sin éxito hacer que el cuello hiciera rotar completamente la cabeza. El cuarto estaba oscuro, al fondo había un televisor encendido sin volumen que les daba luz y por la ventana con cortina cerrada entraban los destellos de un reflector exterior. En una pared amarilla colgaba una acuarela con unos caballos. Otra pared, la de la ventana, tenía un fuerte color terracota, en las mañanas cuando la abrían y al fondo se veían montañas verdes y el lago, parecía como si estuvieran en la mitad de un bosque. Las puertas del armario estaban abiertas, no había quedado tiempo de organizar la ropa ni de buscar cosas dejadas en visitas pasadas. El blanco de la otra pared asustaba y servía de marco para un mueble que tenía un equipo de sonido y un televisor, todo era negro.

-No te voy a repetir que sueltes la cabeza. Mejor dicho, si no me dejas me voy a ir a dormir-. -Es que no sé qué es lo que me pides-, repuso ella con tono infantil. No le gustaba que la regañaran. Desde niña había tenido fuertes problemas de autoestima y cada vez que alguien reprendía sus acciones olvidaba sus años y sus logros, todo volvía a la niñez cuando su mamá la regañaba por necia o por traviesa. Se quedó quieta y por un instante que pareció una eternidad se miraron a los ojos. Acercaron las caras hasta que ambos pudieron oler sus respiraciones y las exhalaciones de los poros ajenos. Alejandro seguía sosteniendo la cabeza de Andrea y muchas veces tuvo ganas de presionar un beso. El primero no quitó la mirada de los ojos y ella se relajó por fin.

Andrea se acostó, Alejandro se sentó en sus nalgas y le dio un par de golpes en la espalda. -No me pegues tan duro, quiero un masaje no una sala de tortura-. -Así tiene que ser, necesito que se irriguen tus músculos-. Hubo un momento de silencio. Alejandro vio el diseño de la cama y reparó un par de golpes en la madera de la mesa de noche. Estiró la cara y vio que algunos de los trozos de guafilla del techo no estaban barnizados. Otro par de golpes en los músculos alrededor de la columna. -Para-, -no quiero-, -para te digo y quítate de encima, tus huesitos me hacen daño-.

Se sentó a su lado, se fijó en la ropa desparramada por un piso de madera artificial. Se acordó que cuando la mandó instalar lo hizo para evitar el olor a moho y para que la limpieza fuera más rápida y fácil. El olor no se quitó, sólo se atenuaba cuando pasaban días las ventanas abiertas y la limpieza la seguía haciendo una señora que tenía una pequeña casa al lado y que hacía las veces de portería, cuarto de chécheres y posada para la señora y su marido. Le empezó a besar la espalda y de vez en cuando le restregaba la barba y esperaba a que ella se recuperara de un ligero espasmo de placer. Cada vez que ella se estremecía el humedecía un poco más sus blancos calzoncillos de viaje, apretados y de la medida justa que usaba para manejar, donde el bulto no se había bajado completamente desde que se habían soltado las prendas.

Los brincos y los gemidos se fueron haciendo más frecuentes y cuando él recorrió todo el camino que marcaban las vértebras ambos estaban listos para enfrascarse en un largo beso. Las lenguas exploraron hasta el final. Ella pensó en la primera que había besado a un hombre con tanta pasión él estaba con gripa y el beso tuvo un dejo desagradable de flema que por un momento le bajó la arrechera. Esta vez la boca sabía a una mezcla de placa con menta. Alejandro se había lavado los dientes recién llegaron, costumbre que él tenía siempre que llegaban a un sitio donde pensaba pernoctar se iba al baño, con jabón restregaba la cara y con meticulosidad se dedicaba a limpiar cada diente. De eso ya había pasado un buen tiempo, la lengua de él había recorrido casi toda su espalda y apenas al final de cada embate ella podía sentir el lejano sabor de una crema de dientes que no alcanzó a reconocer. Le gustó sentir el entramado del paladar de su hombre, se dio cuenta que nunca había dejado de encontrar algo que sentir con su lengua. Y eso que ya llevaban 3 años haciendo el amor, sumados a los tantos encuentros furtivos en los que se enfrascaron durante su larga amistad.

La mezcla entre amistad y sexo fue la que los mantuvo tanto tiempo juntos. Se contaban todo, la correspondencia, primero en papel y después en digital, tuvo muchos detalles, muchos secretos, muchas confesiones. Cada vez que se encontraban hacían lo posible por estar solos y por enfrascarse en besos y abrazos, en hacer la ropa un arrume de jirones y dejar correr la imaginación. Cuando por fin hubo un reencuentro definitivo decidieron no soltar los cuerpos y darle rienda suelta a un sentimiento que los dos sabían que estaba ahí.

Ella estaba sin brasier y sus pezones que normalmente apuntaban a direcciones diferentes y distantes estaban duros y apuntaban casi con perfección a sus tetillas. Él los recorrió con la lengua suavemente, les mordió la comisura, besó cada una de sus protuberancias y acarició con los labios cerrados los pliegues de sus tetas. Ella siguió gimiendo y él temió que ella gozara de tal forma que él tuviera que irse al baño a terminar el asunto. Ya les había pasado una vez, en las primeras vacaciones, él casi creyó que ella era preorgásmica, no habían terminado de quitarse la ropa, ella se vino y se acostó a dormir. Alejandro aprendió a dosificar el placer para que le durara porque una vez tuviera un orgasmo a ella no la despertaba ni un conjuro de Mandraque, el mago.

Volvió a la cara, le dio un par de besos en la boca, recorrió con la lengua los bordes de los ojos y cuando ella recorrió con sus uñas la espalda le dio un arrebato. Metió su lengua en la oreja, esperó a que ella arqueara la espalda dos veces, señal de que estaba lista. Con sus dedos acarició suavemente los pelos del pubis y cuando estaban muy calientes sus yemas y los vellos de ella lo hizo con más fuerza. Quitó de un tajo las pequeñas tangas que ella todavía tenía puestas. Como le gustaba ver ese triángulo de pequeños pelos. Siempre había creído que era ridículo que las mujeres se quitaran los pelos, al fin y al cabo las que no lo tenían parecían bebés. Él no era papá de ninguna para suplir sus necesidades de niñez. Bueno con ella a veces le repetía mentiras para que ella dejara de llorar por un fracaso, eso era un caso diferente. Bajó rápido y dio un par de lengüetazos que enfriaron lo que sus manos acaban de calentar y humedeció ambos lados de las piernas, después con la lengua sintió como cada pelo de ella se erizaba y ella volvía a dar un brinco. Tenía que ser rápido y preciso, un movimiento en falso y el brinco iba a ser largo y peligroso.

Se acomodó entre sus piernas y sin quitarse los calzoncillos, sólo quitándolos del camino puso su verga en posición y la penetró. Ya sabía que toda le cabía de un solo estirón y que el dolor que ella sentía la bajaba un poco. Le dio duro y sintió como entraba a ese paraíso oscuro. Repitió el ejercicio dos veces y se acordó que en los jeanes tenía una menta. Y eso sí la ponía a volar.

Se la sacó con brusquedad, se quitó los calzoncillos y buscó en el bolsillo derecho. Encontró la menta, la destapó, Andrea alcanzó a susurrar algo como un no y se mordió el brazo que tenía apoyado en la pared. Él se puso la menta en la boca la saboreó y con la punta de la lengua la empujó hasta donde alcanzó dentro de la vagina. Sintió su humedad, se acomodó otra vez y esta vez la penetró más fuerte. Sintió en la cabeza de su pene una efervescencia deliciosa y la besó con muchas ganas. Un beso que sabía a fluido mentolado, nada mal pensó ella. Cada empujón era un brinco y un gemido. Primero fue rápido y fuerte, después despacio y con fragilidad, después rápido otra vez. Él sentía como la respiración de ella cambiaba. Las manos de ella que estuvieron todo este tiempo en la pared, como evitando que su cabeza se golpeara contra la cabecera de la cama de pronto empezaron a recorrer las orejas y el cuello de Alejandro. Como es de obvia, pensó, siempre hace lo mismo cuando se va a venir y empezó a dejar de preocuparse por entrar todo, ahora era cuestión de venirse.

La menta derretida inundó el cuarto con un olor fresco. Ella empezó a temblar y él se derramó dentro de ella. Fueron varios chorros líquidos. Era la primera vez en muchos años que lo hacían sin condón, era la primera vez que querían tener un hijo. Ambos temblaron por última vez, ambos cayeron exhaustos. La cama estaba cubierta de sudor y de menta. Ni la sacó. Ahí la dejó hasta que amanecieron a la noche siguiente, cuando el televisor seguía mostrando imágenes sin sonido y el mismo reflector metía luz a la oscura habitación.

15 comentarios:

  1. No volveré a comer mentas sin pensar en sexo. Me gustó :)

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  2. Me encantó.
    Ahora es cuestión de practicarlo.

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  3. Igual que Ana María, recordaré esto cada vez que tenga una menta en mi boca y mi lengua juegueteando con ella.

    Roo, tenemos que vernos, hay tantas cosas que adelantar...

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  4. Genial! Me encanto! No mas leyéndolo me imagine toda la escena. Me pusiste a volar :P

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  5. Está bueno, un poco flojo el inicio con la descripción del cuarto, me enganchó de la mitad hacia adelante.

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  6. Encuentro interesante la intención de la historia. Sin embargo, hay errores de sintaxis, redundancias, errores en el uso de los signos de puntuación y un repentismo que le restan fuerza. Los personajes pueden ser más complejos, pero siento que están muy construidos en función de la historia y no del personaje.
    Esto es tan sólo mi humilde opinión, espero que pueda corregir esos detallitos para poder tener una historia impactante y con puntos de giro más llamativos.
    Saludos.

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  7. Esto fue EROTINTERESANTE !!! @LaAc5

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  8. Como siempre....Excelente!
    No me cansaré de decir que tu escritura descriptiva es lo máximo!!!

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  9. El final de la historia es genial, pensaría uno en sólo sexo, ese toque cambia todo

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  10. Como si cada frase hubiese sido cuidadosamente elaborada. Tenía un buen tiempo de no sentir... Satisfecho el apetito.

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  11. Así es como uno queda ganoso antes de irse a dormir...

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  12. jjcm84: Una interesante sugerencia de ideas para aquellos que quieren tener un hijo para llevar aquellas sugerencias que deja el post al aire del lector y llevarlas en práctica. Igual también aplica para los demas así como fue una menta hay muchos sabores con los que se puede explorar. Interesante Post Rodrigo.

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  13. esta ha sido la que más me ha gustado de tus historias en mucho tiempo!! :D

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  14. Las descripciones son tan gráficas que la imaginación vuela con facilidad, corto pero suficiente. ME gusta el estilo, seguiré pendiente.

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