Me disponía a escribir esta columna, prendí la radio y quedé en shock. El jueves Colombia amaneció con la noticia de que en una operación conjunta del Ejército, la Fuerza Aérea, la Infantería de Marina y la Policía Nacional había dado de baja al jefe guerrillero Víctor Suárez, alias ‘Jorge Briceño’ o el ‘Mono Jojoy’. Puede que para ustedes, lectores mexicanos, ese nombre no les diga nada. El presidente de Colombia Juan Manuel Santos dijo que caía abatido un símbolo del terror.
Alias Mono Jojoy es tal vez el guerrillero más sanguinario y más experimentado de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia FARC. Su nombre generaba instantánea repulsión en la gran mayoría de los colombianos. Miles de secuestros, varios atentados contra la fuerza pública, civiles e infraestructura fueron ordenados y planeados por su impresionante mente criminal.
Pues bien el Mono Jojoy vivía en un búnker de concreto bajo tierra, con túneles de escape y varios anillos de seguridad. El campamento estaba en la mitad de la selva de la Serranía de la Macarena entre las llanuras del río Orinoco, la Selva Amazónica y las primeras estribaciones del los Andes. Un lugar inhóspito al que la Fuerza Pública había intentado entrar los últimos tres años. El lunes 20 de septiembre de 2010 el presidente Santos se alistaba para viajar a Nueva York para participar como invitado especial del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas dentro de la Asamblea General de esa organización. Mientras el presidente hacía maletas dejaba claro que debía realizarse una operación con toda la precisión contra los campamentos de las FARC en la región de la Macarena.
Y es que en Colombia la función de los últimos presidentes en buena medida se ha tasado en su capacidad para enfrentar a las guerrillas y a los grupos narcotraficantes. Por alguna extraña razón con los paramilitares no hubo tal fascinación de destrucción. Álvaro Uribe fue presidente porque prometió desplegar la fuerza pública, ampliar el número de soldados y policías en el servicio y buscar destruir militarmente a la guerrilla. Tan pronto como llegó al gobierno logró desmovilizar (con cientos de errores y problemas) a unos 30.000 paramilitares y cambió de tal forma la estructura de las fuerzas armadas que la opinión pública sintió que por fin el largo conflicto llegaría a su fin.
Uno de los problemas que tuvo Uribe durante su gobierno es que no lograba capturar o dar de baja a los grandes líderes de la guerrilla. En Ecuador fue capturado alias Simón Trinidad y años después dio de baja, en un operativo ilegal, a alias Raúl Reyes (el segundo al mando). En Venezuela con ayuda de mercenarios extranjeros capturó a Rodrigo Granda (canciller de las FARC). En operativos dio de baja a alias Martín Caballero y alias El Negro Acasio. También, durante su gobierno murió el jefe guerrillero alias Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo.
La muerte natural de Tirofijo significó una especie de dirección conjunta de las FARC, por un lado alias Alfonso Cano asumió la dirección general y la comandancia política; por el otro alias Mono Jojoy asumió la dirección militar y la conducción de los negocios del narcotráfico. Ellos dos además hacen parte del Estado Mayor Conjunto y del Secretariado, los órganos de decisión colectiva de las FARC. El operativo de hoy jueves dejó a las FARC sin su líder militar y sin el más importante capo de la organización.
El operativo también tiene profundos significados políticos. Por un lado, las FARC habían cometido un par de atentados terroristas en los que murieron unos 50 policías y militares durante el primer mes de gobierno del presidente Santos y son los principales sospechosos de un carro bomba que explotó en Bogotá a pocos días de su inauguración. Un comportamiento normal, en Colombia estamos acostumbrados a demostraciones de fuerza de la guerrilla para darle una bienvenida simbólica al nuevo gobernante. Como relató el presidente Santos en su rueda de prensa en Nueva York, esta es la bienvenida del gobierno a las FARC.
Nueva York fue otra grata sorpresa para el gobierno, Santos había sido invitado para presentar los logros de Colombia para cumplir las Metas del Milenio y como gobernante de un país ejemplo de cambio en los últimos 10 años. Allí tuvo la oportunidad de mostrar el logro militar ante medio centenar de jefes de Estado y Gobierno. Además aprovechó el escenario de la ONU para contar pormenores de la operación y a la Embajada de Colombia en Nueva York para enviar un mensaje de agradecimiento a la fuerza pública.
Es obvio que la muerte del Mono Jojoy no implica el final de las FARC ni del terrorismo ni del narcotráfico. Puede por demás representar un golpe en la moral de los guerrilleros y seguramente con la información capturada en la operación las Fuerzas Militares y la Policía podrán tener acceso a más operativos por el estilo.
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Este escrito hace parte de mi columna de los lunes en el Diario Despertar de Oaxaca.
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