Según la Ley el día del Periodista es el 4 de agosto, creo. Digo creo porque el "honorable" Congreso de la República dijo un día que nuestro día era en agosto y no en febrero. Qué cosas ¿No? Poco me importa lo que digan nuestros congresistas al respecto, la tradición y la historia nos han dicho que hoy, 9 de febrero, es el día de los periodistas en Colombia.
Este año celebramos esta fecha con un tono agridulce. Sí, es triste como el ejercicio de nuestra profesión cada vez es más complicado no sólo en Colombia sino en el resto del mundo. En nuestro país la semana pasada fue la semana de los periodistas, más que de los secuestrados. Primero a uno, olvidando las buenas prácticas profesionales, le dio por destruir simbólicamente al gobierno de Uribe y terminó poniendose la soga al cuello. Otro en el afán de la chiva y de sus intereses antiuribistas (no nos digamos mentiras ni Hollman ni Botero son opositores, son antiuribistas, que no es lo mismo) les salió el paso a un rescate de rehenes; no faltan los que le encuentran razón diciendo que esa es la misión de los periodistas: ir detrás de la chiva. Una cosa es mostrar los acontecimientos de la actualidad y otra es casi dejar en la selva a un puñado de soldados, policías y civiles.
Después al Comisionado de Paz se le olvidó el ensayo sobre la ternura y resultó cubriendo con un manto de sombras el proceso de liberación de Alan Jara, por poco y Colombia hace noticia no por la liberación pero por el fin de la libertad de prensa.
Toca hablar también de los millones que ganaron los noticieron transmitiendo en vivo y en directo las liberaciones, los abrazos, los bostezos, los ronquidos y hasta las comidas de los recién ex-secuestrados. Nada que hacer, no los dejaron en paz, no aprendieron que también hay que darles espacios de libertad y de regocijo con sus familias.
En Venezuela las cosas no están nada mejor, en Ecuador ni hablar. En Perú no se habla de la situación social que vive la gente fuera de Lima, en Argentina todos tienen que rendierle culto a la familia Kirchner. En Bolivia tienes que tomar partido en la destrucción de un país que desde hace poco busca la forma de volverse dos. En Nicaragua, bueno qué se puede esperar de un presidente que se siente lo mejor que ha parido la tierra pero que se junta con lo peorcito. En Chile, Costa Rica y Panamá las cosas están mejor, debe ser que tienen más plata o menos problemas. En Brasil acostumbrados al amarillismo les encanta ver sangre en las favelas, sangre que no importa, y se escandalizan con la sangre de la clase media y mueren con la sangre de los ricos.
Celebrar... más bien poco. Nos toca es reflexionar.
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