Yo solía creer que eso de sentir mariposas en el estomago cuando se está enamorado era una leyenda urbana o algo que sólo podía sentir un hombre por una mujer. Yo nunca lo había sentido. Ni por un hombre y mucho menos por una mujer. Aunque en el colegio, me hacía creer a mi mismo que me gustaban las niñas (tuve novia y todo), los chicos de grados superiores siempre me llamaron la atención. Pero no fue hasta que pise la universidad que pude sentir esas mariposas de las que canta Shakira en una de sus dulces melodías.
Mi primer amor, y el más reciente, comenzaron como suelen comenzar las cosas hoy en día, por Facebook. Un mensaje atrevido o una invitación de amistad fueron el riesgo que tome para conocer a esa persona que tanto veía en los corredores del edificio A y que no me quitaba la mirada cada vez que me veía. Saber su nombre (Felipe) fue cuestión de ver con quién andaba. Comprobar que estábamos del mismo lado fue muy fácil, luego vinieron las conversaciones interminable por Facebook y Messenger, la ayuda en un trabajo hasta las tres de la mañana y nuestro primer encuentro. El día de la primera cita, al verlo venir debajo de la lluvia sabanera, sentí por primera vez en mi vida ese revuelto en el estomago que sólo tenía una razón, él. Nuestro primer beso fue el mejor que me han dado, y estúpidamente siempre que me besan, lo comparo con ese beso interminable que estuvo acompañado por la escena final de Natalie Portman en Closer al son de “Blower’s Daughter” de Damien Rice. Ese día sentí amor, igual que el abrazo fuerte que me dio, las caricias y toda la ternura que me entregó. Guardo secretamente una foto de los dos que me recuerda cuando todo comenzó, y que tan niño me veía en ese entonces.
Pero nada me enamoró más que el día que cumplí 19 años, al escuchar su llamada cantándome ´Las Mañanitas´ en su hermosa voz, y cambiando el pedazo de “a las muchachas bonitas” por “muchacho bonito”. Ese día me estremecí. Pero todo cambió cuando me enteré que se iba una larga temporada del país. Y que me dejaba así, con el corazón entumecido y lleno de amor para darle. Pasó un año y regresó al país, regresó a la universidad y ya no lo podía ver con los mismos ojos de siempre. En un año pasan muchas cosas y yo había logrado olvidarlo y entender que el tiempo nos iba a volver a poner en el camino, pero ahora como amigos. Y fue así, Felipe se convirtió rápidamente en mi confidente y en mi mejor amigo, aunque debo confesar que todavía guardaba la esperanza de que pudiéramos estar juntos. Un día en que nos sentíamos muy horny, un viernes en la tarde, después de clases, nos escondimos en un baño de la biblioteca y calmamos nuestros deseos. Volví a sentir esos besos que tanto me hacían falta. Pero él ya estaba enamorado y yo debía entender que ya no era para mí. De Pipe aprendí tanto, aprendí a besar, a dedicar canciones, aprendí a querer y a dar detalles curiosos y llenos de amor, aprendí a que siempre hay que buscar la felicidad en lo más pequeño y a siempre sonreír y cantarle a la vida, porque nadie mejor que él hay para ir de plan de karaoke.
Durante toda mi carrera tuve cinco amores sabaneros. Los demás fueron javerianos, andinos y otros pendejos que ni vale la pena contar. Justo cuando me iba de la universidad apareció el segundo Felipe en mi vida. Ya no era estudiante del todo, ya acabé materias y no tengo razones para ir a la universidad, pero él me ató a la universidad de una forma inconcebible. Con Felipe II, todo comenzó también por Facebook. Sabiendo a plena certeza quién era él, que era bisexual, y que había sido el ex de un amigo del colegio, eso no me impidió comenzar a hablarle y convertirlo rápidamente en alguien especial. Nuestro primer encuentro fue en enero, después de llamadas eternas, él volvió a Bogotá y se voló de sus papás solo para verme por primera vez. Su primera reacción al verme fue darme un abrazo que me apretó fuertemente. Yo estaba muy nervioso, y según él, subía el labio de forma extraña que delataba mis nervios. Todo comenzó muy bonito, los detalles, las llamadas, el sabernos la rutina del otro, lo convirtieron rápidamente en mi pensamiento constante. Una noche llegó a mi casa a las once de la noche a traerme un helado y gomitas, el regaño que me gané por ese detalle con mi familia no fue normal. Pero como él me dijo en una canción valía la pena correr el riesgo. Pero el hecho de que él no tuviera claro lo que le gustaba, andar con una niña para aparentar su heterosexualidad, y sus eternos dilemas existenciales comenzaron a cansarme. Aunque desde un principio supe en que me estaba metiendo, me arriesgué por un poco de amor. Y con esta relación comprobé que la bisexualidad no existe, que siempre le va a gustar más una verga que unas tetas. Que eso es puro cuento, y que es engañarse a sí mismo, y engañar a otros.
Fui cómplice del engaño de dos niñas inocentes, que no se merecen que el tipo con el que supuestamente salen, esté con otro hombre al que quiere más y al que besa mejor. Mis amigos me decían que no podía seguir en eso, todos me lo advirtieron, pero igual, mis sentimientos me impedían alejarme y dejar todo así. Las canciones que nos dedicábamos hacían todo mejor, el darnos un beso en el auto a medio día cuando de fondo sonaba “We Found Love” nos unía más. Sus visitas a mi oficina en medio de la rutina laboral me robaban una sonrisa de mi rostro y me hacían sentir en las nubes. Escaparme con él, agarrarle la mano en la calle, ir a McDonald’s a comer basura y mirarnos a los ojos sin decir nada, significaron todo para mí. Pero muy cursi, y muy a mi estilo, celebramos el día de San Valentín, fecha en la que se rebozó la copa y no aguanté más. Su descaro y cinismo se llevaron al exceso. Terminamos todo, oyendo canciones de Glee y llorando como unas magdalenas, pero fue lo mejor, no podía continuar con esa farsa, a pesar del sin fin de sus `te quieros´. Debo confesar que nunca había llorado por alguien como lloré por él, me aferré a mi almohada, le di play a “Fading” de Rihanna y chillé. Y a pesar de que todavía no me lo sacó de la cabeza, puedo pensar que él ya me sacó de la suya, así trate de demostrarme lo contrario.
Los Felipes de mi vida, siguen en mi vida, a pesar de que nuestro amor, sea ahora una amistad o que simplemente podamos ser nuevamente dos extraños, como esos tantos que uno encuentra en Facebook.
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Todos siempre tenemos que contar una historia de amor o de desamor para sentirnos mejor. A Sebastián le sirvió. Gracias @sebasbar17
Me gusta... un muy buen relato... Definitivamente sabes expresar bien las cosas del corazón.
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