sábado, 21 de agosto de 2010

Un millón de besos

Se levantó con dolor de cabeza, el trago a veces, no siempre, le jugaba malas pasadas. Quería seguir durmiendo pero la cortina no cubría toda la ventana y el sol taladraba sus ojos. No estaba seguro de dónde se había despertado. Sintió un cuerpo caliente a su lado y descubrió que había dos más en la cama. Todos estaban desnudos y los otros dormían plácidamente. En el suelo había alguien más. Empezó a tratar de recordar retazos de la noche anterior para darle sentido a ese amanecer poco usual.

Se acordó de unos tragos en la casa de un amigo, de la necesidad de tomar aire, sintió los labios húmedos de alguien recorrer su boca y cuello en el balcón. Adelantó y vio las luces a través de una ventana de un carro, unas botellas y una mano indiscreta buscando sus genitales. No alcanzó a ver a quién pertenecía esa mano, al fin y al cabo iban muchos en ese carro. Afuera se veían unas imágenes familiares, estaban saliendo de Bogotá. Con razón no identificaba ese cuarto.

Se sentó en la cama, a su lado alguien se acomodó y afuera sonó una cafetera. Con cuidado para no despertar a nadie se robó una cobija, se la puso encima como un chal que le cubría más de la mitad del cuerpo y se deslizó sin pisar a nadie. Afuera estaban dos amigos completamente empelotos. Las paredes blancas con un baldosín azul que hacía las veces de cenefa, una estufa antigua, un mesón con azulejos y un comedor con grandes ventanas y una chimenea fue lo primero que vio. Saludó con los ojos arrugados y le ofrecieron café. Abrió una pequeña puerta y se sentó en el anden a ver mejor esa fría mañana. Uno de los amigos salió y se sentó al lado, compartieron cobija y un cigarrillo que el otro había prendido en la estufa. No dijeron nada, simplemente vieron como se secaba el rocío en el pasto y como los rayos del sol quemaban al otro lado del valle.

Empezó a correr una helada brisa que les caló hasta los huesos y ambos instintivamente volvieron adentro. Varios de los que compartían cama estaban ya afuera y alguno había prendido la chimenea, otro calentaba leche y uno más bailaba en el baño mientras se mojaba el rostro. No había palabras. Todos parecían igual de incómodos y trataban de disimularlo bien. Él se fue al mesón de la cocina y le ofreció ayuda al que calentaba agua. Éste sólo pidió agua para hacer más café y refunfuñó porque no había nada con qué matar el hambre. Alguien propuso poner un poco de aguardiente en la leche, moción que todos aprobaron al instante y dos segundos después tenían una tibia sustancia cortada, un fuerte olor que producía nauseas. La mayoría optó por tomar un café y otros se quedaron con un aguardiente. Él se tomó otro tinto y lo remató con un trago de aguardiente. Fue al cuarto a buscar ropa interior, se había dado cuenta que era el único que tenía pelos en el cuerpo, los demás estaban depilados, afeitados, o su equivalente, y se sintió mal.

Entró al cuarto, el muchacho del piso todavía dormía. Olía a sexo, esa inconfundible mezcla de semen, sudor y babas. Después de su salida tenía menos dolor de cabeza y pudo detallar un buen cuadro en una de las paredes, descubrió un armario elegante, una mesita de noche con una sobria lámpara azul, del mismo color de la cenefa, una cortina amarilla, parecida a la pared, una colcha azul y unas sábanas muy blancas. Había ropa por todos lados, no se acordaba muy bien qué tenía puesto el día anterior, pero supuso que encontraría uno de sus clásicos calzoncillos negros. Buscó infructuosamente en una pila de cosas en la que había reconocido sus jeanes nuevos. Encontró los negros de siempre debajo de la cama, se los puso, pasó por el baño contiguo, se arregló el pelo y salió.

Al lado de la chimenea dos se daban besos, en la cocina había uno encaramado en el mesón dejándose acariciar por otros más. Afuera tres se sentaban en el andén que él había usado y uno más veía todo desde una silla junto a la ventana. Se sentó en el piso al lado de este y empezó a pensar en lo furtivo que es el sexo, en lo pasajero que es el amor, en lo costoso que puede ser un romance maluco y en lo curioso de estar ahí, lejos de Bogotá, viendo como unos amigos disfrutaban del cuerpo de los demás.

El que estaba al lado suyo le ofreció un poco de tinto, él cogió el jarro con las dos manos y sintió un escalofrío. Dio un sorbo, sintió el sabor amargo del anís al final del trago. Le dio las gracias y se dio la vuelta para poder ver el fuego, recostó su espalda contra las piernas del que estaba sentado y se dejó acariciar el pelo. Sintió, como ya lo había sentido antes, un forcejeo en su entrepierna que hacía que sus calzoncillos estuvieran apretados. Giró la cabeza y vio que el mismo efecto anatómico le había pasado al otro. Se puso de pie, le tomó la mano y lo guió hasta el cuarto.

Se acostaron en la cama que todavía guardaba humedad de la noche anterior, se dieron un beso, dos, tres, muchos. Él dejó de contarlos cuando no supo cuándo terminaba uno y comenzaba el otro. Estaban lado a lado, planchando oreja como decía su abuela. Le dio risa pensar en su abuela y con la carcajada vino el reproche del otro que no sabía qué era tan gracioso. Cruzaron palabras y miradas, un beso para pedir disculpas y uno más para aceptarlas. En medio de todo una risa no iba a estropear la calentura. El que estaba en el piso de pronto roncaba y eso le daba un toque de adrenalina y a veces lograba que alguno de los dos sonriera, entonces los labios o la lengua se encontraban con dientes blancos o con una boca tensa. No cerraban los ojos, no se movían de la boca, era como si sus cuerpos hubieran desaparecido.

Las cabezas reposaban en sus propios brazos y las manos que debían estar libres explorando el cuerpo se habían quedado entrelazadas. De pronto él se soltó y descubrió unas nalgas pequeñas pero bien formadas, con una piel suave y tersa, encontró unas piernas peludas y fuertes, tocó la espalda llena de espinillas, huesuda pero robusta. Se excitó más. Y mucho más cuando el otro también empezó a rozar su cuerpo con esa mano helada, primero en el cuello, después su espalda también huesuda y por último esa verruga justo encima de la nalga donde se detuvo por un buen rato. No hicieron nada más, o bueno, las caricias bastaron, los besos también. Él no supo exactamente por cuánto tiempo se besaron, no había visto el reloj a la hora de despertar y ya no tenía ningún sentido verlo, aunque se dio cuenta que si no era pronto sería el medio día.

No hubo pausas, ni tiempo final. Unos entraron al cuarto buscando ropa, otro despertó al que estaba en el piso y uno más, el dueño de casa, indicó dónde estaban las toallas por si alguien se quería duchar antes de volver a Bogotá. Ellos se ducharon juntos y con el agua y el jabón exploraron algunas otras partes del cuerpo. No lo hacían con simple deseo, ambos se dieron cuenta que una conexión diferente estaba naciendo. Se burlaron de sus múltiples imperfecciones. Se vistieron, se sentaron y esperaron a que los demás estuvieran listos. Un beso, dos besos, tres besos... muchos besos. Contaron juntos para no perder la cuenta. Todavía la llevan y van en algo más de un millón

13 comentarios:

  1. Éste es un escrito que desde los sentidos te hace llevar linea tras linea por una descripción de lo sexual manejando fínamente el límite con lo vulgar.


    Me gustó, hace tiempos no pasaba más de tres párrafos en algún artículo de cualquier blog... y hoy tarde de sábado me quedé pensando en cuántos millones de besos se seguirán dando estos muchachos mientras se los puedan dar :)

    Saludos :D

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  2. Me encantó la historia y me mató el final.

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  3. Se me había olvidado que los finales si pueden gustar siempre... En medio del zafarrancho sexo-afectivo-orgía-película porno.. le halle un buen sentido al escrito, era necesario el lenguaje y la descripción para llevarlo todo a un buen final...

    Gracias, ansío con ansias otro escrito de estos, que me haga sonrojar y que por mera curiosidad e interés, me lleve a recordar :)

    Besos

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  4. Excelente!!! Me transporté de una al sitio, vi a la gente, todo. Muy buen relato. Yo quiero que me pase algo así. Empezaré a hacer orgías a ver qué. ;)

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  5. Me encanta!!!!
    Nada mejor que un buen beso
    Y puedo decirlo mil veces....Tu manera de describir las cosas logra que me las imagine de manera perfecta.

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  6. Me encantó. Muy bien escrita la parte sexual me parece a mi.

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  7. Pasa en la vida, pasa en las películas (las de porno claro, ja!) pasa en el blog :)

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  8. Me gustó mucho. De hecho.. me encantó. Me atrapaste con las palabras y me quedé ahogado entre lineas!!

    Saludos

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  9. Excelente narración... de verdad que hace que el lector se transporte a la historia.

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  10. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  11. Me encanto!!
    Este es el tipo de historia y relatos que te dije seria chevere crear con mis experiencia y tu narrativa ;)

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  12. Excelente historia, siempre me gusta mucho como escribes

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