jueves, 27 de marzo de 2008

La felicidad no tiene cara de hombre

Hola, mi nombre es Marcela, tengo 20 años y estoy impresionada. O deprimida. O desesperada.

Todo obvio es culpa de un niño que me robó el corazón, me amó, mi hizo que lo amara y después me dejó, así sin más y con mucho ni menos.

Duré 2 meses sin poder sentir mariposas en el estómago, sin verle la cara a los hombres, sin ganas de volver a entregar mi cuerpo y mi mente a alguien más.

Pero, vamos paso a paso. Primero estoy deprimida porque todo el tiempo pienso que los instantes que perdí llorando y rogandole a Dios o a la Virgen o a quien fuera que me lo entregara otra vez, pero más mancito. No, cuantos minutos, horas, días, me gasté en él, pensando en lo que hice mal, en lo que él hizo mal.

También estoy impresionada de lo mucho que cambió mi vida en ese tiempo. Sí, es verdad sufrí, pero también entendí que yo valgo como persona, no soy simplemente un cero a la izquierda que sirve para hacer planes o para tener sexo. Soy mucho más. Aprendí a tenerme más respeto, a ser más independiente.

Pero lo peor es que estoy desesperada pensando que aquellos que nunca me han hecho daño fueron los que salieron lastimados. Mi mamá lloró y sufrió conmigo todo el proceso. Mis amigos, abandonados a su suerte, desde que estaba con él nunca los veia, nunca les hablaba, nunca hacíamos nada, yo no tenía tiempo para ellos ni para sus problemas.

Ahora que recuperé el respeto a mi cuerpo y a mi alma, que tengo otra vez amigos y que no tengo a mi mamá con el corazón roto he llegado a la conclusión que la felicidad no tiene cara de hombre

No hay comentarios:

Publicar un comentario