tag:blogger.com,1999:blog-52170716668192783852024-02-18T23:50:14.029-05:00El BayabuyibaRodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.comBlogger338125tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-12209421355511109352020-04-25T17:02:00.001-04:002020-04-25T17:02:50.055-04:00El Sol dañadoEl ventanal era grande, permitía ver a la ciudad, era un lugar acogedor para turistas pero sin alma, parecía una sala de hospital que había sido transformada en una oficina para gente innovadora, las paredes estaban pintadas de un verde que en la paleta se identificada como manzana tenue, había sillas que suponen ser muy cómodas pero que no necesariamente ofrecen soporte lumbar, un par de sillas plásticas con patas de maderas, mesas de fórmica y matas artificiales en varias esquinas que simulaban un ambiente tropical. En la barra no había mucho qué comer: unos pancakes secos, unos huevos revueltos que habían rendido con leche, mucho tocino y un par de manzanas y bananos. Se sirvió un café, cogió un tocino con la mano y se sentó frente al ventanal.<br />
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Afuera se veían unas rejillas que echaban humo, unos andenes amplios grises y mojados, algunas jardineras cubiertas de nieve blanca, carros, muchos carros, y mucha gente con prisa. Todo el mundo llevaba abrigos, bufandas, gorras. Se acordó de esas frías mañanas cuando corría el viento de la sierra y se imaginó que más tarde, cuando el sol estuviera más alto, el clima cambiaría. Tantas veces le había pasado igual. No tenía muchos planes, había aterrizado en Chicago por suerte, siempre había querido conocer esa ciudad donde había visto que los platos de pasta se congelaban con el tenedor adentro, le parecía ridículamente increíble.<br />
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Apretó un botón de un piso que le parecía extraño, lejano, y en pocos minutos estaba de vuelta a su habitación. Escogió con calma la ropa para salir: como toda la vida lo había tenido claro, el mejor truco era tener capas, ropa ligera más abajo, cobertura sencilla para el frío, rompevientos e impermeables arriba, unas buenas botas y unas medias gruesas, si los pies enfríaban sería el fin. Se volvió a montar al bólido, esta vez mucha gente también estaba lista para enfrentarse al frío de afuera, saludó con un tímido gemido y vio como algunas cabezas se movían en señal de aprobación.<br />
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A pesar de que todo en el hotel parecía nuevo, el vestíbulo tenía unos extraños paneles de madera colgados en las paredes y un tapete oscurísimo, casi negro, que hacían pesado su ambiente, parecía un bar anticuado. Tomó dos o tres panfletos que encontró y de pronto sin querer se dio cuenta que además de los espaguetis flotantes no sabía qué ver en Chicago. No se preocupó, atravesó la pesada puerta giratoria y sintió como un helaje se apoderaba de él, le penetró la piel, le hizo doler los músculos, le puso pesada la sangre y le llegó a los huesos. Inmediatamente tiritó, no había sentido nada igual, nunca antes.<br />
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Giró a la derecha con un ojo en los panfletos y otro en la acera, descubrió que había parches donde se podría resbalar y decidió parar en una esquina a ver a su alrededor. Era realmente impresionante esta ciudad. A su lado pasó una pareja que lo vio con ojos lascivos y un rayo de electricidad le quitó esa sensación de congelamiento que tenía hacía unos segundos. Sacó su celular, ubicó dos atracciones que aparecían en los panfletos y decidió caminar. Vio cientos de tiendas, se provocó de unos enormes tarros de crispetas que algunas personas pasaban comiendo y después de caminar, lo que pensó que era un rato, se dio cuenta de que ya estaba cerca al medio día.<br />
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Algo raro estaba pasando, era como si el Sol se hubiera dañado, a pesar del cielo azul, la falta de nubes y viento, seguía haciendo un frío impresionante. Se quedó pensando en lo extraño del Sol, en su infalible presencia y en lo raro que es pensar que muchos gases explotando al mismo tiempo tuvieran una forma redonda. Se sentó en unas escalinatas y a los pocos minutos se dio cuenta de que el Sol no estaba dañado, que en efecto se calentaba, era una cuestión que superaba al Sol.<br />
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El Sol era tan profundo que incluso en las noches de brisa y las madrugadas cuando bajaba el viento montañoso, incluso en esas semanas en las que nunca dejaba de llover, en todos los momentos de su vida hacía, al menos, un poco de calor y siempre, siempre, siempre, se podía sudar. En los peores días sudaba al salir de la ducha, en un sopor de medio día sudaba comiendo, en la hamaca cuando no podía dormir también sudaba y en la madrugada cuando se masturbaba para poder dormir le sudaban hasta las manos. En este frío, ni sentado al sol, se imaginaba que podría sudar. Caminó otro rato, subió unas escaleras y terminó en una fila eterna para poder comer. Desde el enorme ventanal, diagonal al plácido canal veía una construcción que le recordaba un castillo con letras negras con el nombre de un periódico empezó a sentir la necesidad de quitarse la ropa.<br />
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Las paredes eran amarillas, como si las hubieran pintado en otra época y después las hubiera tiznado el eterno humo de una cocina al carbón. Las lámparas, que colgaban por las paredes como enormes cascadas, también eran amarillas. Se sintió en el filtro que usan las películas gringas para retratar el calor de México y le dio un ataque de risa. Con sus ojos arrugados cruzó miradas con alguien que también estaba solo, cambió la carcajada por una fugaz sonrisa y se puso a detallar a ese extraño. Se parecía a los cientos de turistas que llenaban las playas a los pies de la montaña: pies largos y finos, probablemente con las uñas largas, piernas estilizadas, nalgas prominentes, una incipiente barriga que se escondía con brazos grandes de jugar baloncesto o béisbol, una cara casi cuadrada, pestañas caídas, pelo mono con algunos tintes rojos y las orejas cubiertas por una tenue peluza, seguramente alguna delicada evolución para protegerse del frío. Como siempre hacía cuando miraba con deseo a alguien se imaginó cada uno de su pelitos, se pensó cada uno de sus pliegues y se sintió azorado por el poco tiempo que necesitaba para que le creciera una erección.<br />
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Le tocó la barra, no tenía otra vista diferente a un tipo que organizaba las bebidas, es decir, halaba de unos tubos para que apareciera mágicamente una gaseosa, una cerveza, con suerte un poco de agua. Pidió cualquier cosa, no se había acostumbrado todavía a evitar la conversión y se aterró haciendo matemáticas que no creía posibles. Se dio la vuelta y vio al tipo que había visto en la fila dirigirse en su camino. Cliché del narrador, sí, un poco. Era lo que había. Se quedó pensando en esa película del hombre enmascarado y la frase de que Dios no juega a los dados, ni cree en las coincidencias. Al tipo lo sentaron dos sillas más allá. Era un sitio oscuro, a pesar de tener una increíble vista a la calle abarrotada de gente haciendo compras posnavideñas nadie parecía interesarse por lo que había afuera, el sol no alcanzaba a colarse por las pantallas de protección para los muebles y toda la decoración interna hacía que la luz no pudiera fluir: las mesas estaban divididas por enormes vitrales, una vez más amarillos; las sillas eran grandes y redondas, casi consumían a los clientes y sus viandas; las pocas paredes estaban otra vez decoradas con esos oscuros tablones de roble brillante; y las lámparas tenían bombillos halógenos que no cansaban pero tampoco alegraban.<br />
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La barra era una enorme placa de granito barato y oscuro, fácil de limpiar, imposible de mover. No hubo sillas que los separaran, terminaron la tarde, cuando una repentina llovizna se apoderó del exterior, tomando dos cervezas y hablando de qué hacía alguien tan claramente bronceado en la mitad de Chicago en esa época del año. Hablaron del trópico, él le habló del Sol dañado y al cabo de un rato unas frases cualquieras se volvieron una invitación de vuelta a la habitación del hotel. Mientras caminaban escudándose del frío, escuchaba a sus amigos decir: -tú sí eres arrecha-, cuando les contara lo que había pasado.<br />
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Volvieron al lúgubre vestíbulo, tomaron el veloz ascensor, cerraron la puerta del cuarto y se volcaron a los besos como si esto fuera lo último que podrían hacer en la vida. La ropa cayó despacio y en lugares donde se imaginó pliegues y pelos, encontró una figura mucho más fofa y mucho más lampiña de lo que había pensado, le dieron ganas de ser poseído por ese hombrón, escucho sus gemidos cuando lengua y manos recorrían su cuerpo y se encontró de repente desnudo, en la cama, acostado boca arriba retorciéndose de placer. De repente, la boca y la lengua empezaron a explorar partes a las que no estaba acostumbrado y cuando el tipo empezó a chupar el dedo gordo de su pie, sintió que algo estaba raro.<br />
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Nuevamente, sintió cómo una eternidad pasaba, vio con algo de tristeza como el otro se deleitaba con su dedo y se alcanzó a preocupar cuando sintió que la fuerza de la boca de este señor se aumentaba, vio unos espasmos sin sentido, escuchó un gemido ahogado por su pie. Se sentó, el otro dijo algo como "que rico" mientras se ponía calzoncillos y "gracias" cuando terminaba de abotonarse la camisa. Cerró la puerta después de un lánguido beso. No había sentido tanto frío, ni en la mañana, ni caminando, ni al sol. Nada lo había preparado para servir de chupón para que otra persona se masturbara. Nada lo había preparado para esto, nada le había parecido tan absurdo. Se acostó y se quedó dormido viendo al techo.<br />
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<br />Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-3579691670183986972017-10-18T21:52:00.001-04:002017-10-18T21:52:24.279-04:00727Acabamos de almorzar, pedimos un taxi y nos fuimos al extinto Carrefour a comprar unas pinturas. Todo se había acabado 4 semanas atrás después de un fin de semana que comenzó con muchos tragos suyos, unas clases mías y dos noches de dormir juntos sin tocarnos. Hicimos una última vez el amor a las carreras, compitiendo contra la restricción de pico y placa y no nos dijimos nada. Por semanas hablamos de negocios, cuando ya nos habíamos dicho todo lo demás y yo cumplí con mi palabra, de algo no se puede quejar es que soy un hombre que hizo todas las cosas que le prometió.<br />
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De repente, íbamos con dos baldes de pintura verde, yo iba pensando en el viejo hospital del Seguro Social que tenía un color muy parecido en Sogamoso cuando, atravesando el puente me quedé quieto. Él pensó que era el peso y también paró y me dijo que eso era justo lo que necesitaba, descansar. No dije nada y me quedé ahí, embelesado viendo el 727 despegar del altísimo aeropuerto de Bogotá a medio día.<br />
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Y entonces me acordé de Chicago, esa grabación en la que el piloto comentaba cómo el motor trasero impulsaba al 727 como ningún otro avión nunca antes había sido lanzado por los aires. Ahí estaba, ruidoso como él solo, dejando una estela de humo gigantesca, recordando que solo un avión con ese impulso de cola podría soportar el calor y la altura de El Dorado. <i>-Que maravilha, que coisa linda, que é o meu amor-, </i>dije, apenas por el placer de cantar, cogí la caneca y empecé a andar.<br />
<br />Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-73124737018989892422017-08-19T12:13:00.002-04:002017-08-19T12:13:47.947-04:00Besos de inviernoLa primera vez que había sentido que él me gustaba teníamos 15 años. Pasaron exactamente los mismos tres lustros para volver a sabernos. Nos habíamos conocido en un bus camino al colegio, él era de mi mismo grado pero no estudiábamos en el mismo salón, cruzamos esa mirada bogotana que dice "sí, tú eres, sí, yo soy". Hablamos de alguna cosa y nos volvimos asiduos usuarios de la misma silla. Desapareció con el grado y volví a saber de él un día que me escribió un extraño en un chat para que nos viéramos, yo no recordaba su nombre, pero cuando le vi la cara dije: este es. Nos dimos besos debajo de las columnas del Palacio de Liévano, en la esquina que lleva a San Victorino y hasta ahí nos llegó el amor. Su boca me supo como a sal, como a cal, como a yogur sin azúcar, no supe describirlo pero me prometí no volver a hacerlo.<br />
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Años después apareció otra vez en mi Facebook, con una de esas extrañas e inesperadas solicitudes de amistad que me hizo saltar el corazón. Yo estaba montándome a la bicicleta, andaba en Amsterdam, quería pasar una canción del celular y ahí lo vi, en mi pantalla, como diciendo "volví, es tu oportunidad". Lo acepté y le di un beso a la pantalla, cursilerías de uno. Hablamos dos veces ese otoño y en invierno me propuse escapar del frío durante una semana perdido con los demás turistas en Barcelona. Le escribí, nuestro último mensaje había sido 3 meses antes.<br />
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Me dio indicaciones del tren que tenía que tomar, era un servicio francés que se adentraba en España y que costaba menos que Renfre o cualquier otro servicio. Allí estaba en la estación, con la cara brillante, como el primer día, acompañado de un hombre más viejo y con más pelo que él. Me lo presentó como el marido, uno me cogió de la mano y el otro agarró mi maleta, me llevaron hasta un carro y ahí ambos me dieron un beso, el sabor había cambiado, la técnica, sin dudas, también. El paseo de los tres comenzó en unas ruinas donde nos tomamos fotos como si fuéramos tres parejas diferentes.<br />
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Llegamos a casa, ellos se quitaron los zapatos y las camisetas y se fueron a cocinar, yo me quedé en la sala explorando sus discos y me tomé el atrevimiento de poner uno de Caetano, me parecía que la música compuesta en Londres extrañando a Bahía sonaría muy bien cerca del Mediterráneo, no me equivoqué. Cocieron unas verduras sencillas sobre una sartén, pusieron unos pedazos de pollo bañados en limón en un asador y comimos bañados en sudor, excusa perfecta para terminar los tres en una ducha pequeña en la que nuestros cuerpos andaban untados unos con los otros. Salimos con el cuerpo lleno de vapor y nos acostamos en una cama, ellos dos hicieron el amor y yo me masturbé viéndolos.<br />
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Me vine, por casualidad, a la hora exacta de irnos, de repente empezó a sonar una alarma que había puesto para recordar el tiempo exacto que tenía de llegar a la estación y tomar el tren de regreso.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-57736953872274821232017-07-10T11:47:00.000-04:002017-07-10T11:47:08.540-04:00Todo estaba acabado. Mi vida estaba completa, me había enamorado, había encontrado a alguien que me iba a acompañar por el resto de mis días. Qué más podía querer. Por supuesto, el pez muere por la boca, con todo listo, se me enloqueció el corazón. De repente el corazón no palpitaba por el mismo, se encontró con un nuevo amor.<br />
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Les voy a contar un poco de ese nuevo amor, me hizo ir hasta los confines de la casa de mis papás a buscar un libro para hacerle saber que lo pensaba todo el tiempo. Mis horas se volvieron un frenesí, un profundo enloquecimiento, revisar su actividad online, imaginar a cada uno de sus amigos, pensar personalidades para extraños, echarle un par de besos al aire y morirme de miedo al creer que él podría estar a mi lado un día en la calle y yo no sabría cómo actuar.<br />
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Llevo dos párrafos tratando de pensar cómo describirlo a él. Tal vez, mi palabra favorita sea encantador. Sí, como en película de Disney un día él se dio cuenta de que yo existía. ¡Jesúscristo! En lugar de ser arrogante y usar toda la información que yo le había compartido en mi contra, la usó a mi favor, lo recordaba todo. Y me pidió incluso un favor, que le compartiera un merengón. Como si yo no supiera que ese es su postre favorito, ojalá esté relleno de esa asquerosa guanábana.<br />
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Llegué sin merengón a nuestra primera cita, tal vez un intento desesperado por encontrar el rechazo y volver a lo que ya estaba consumado. No se molestó, apenas me hizo un par de chistes, me robó un beso y minutos después éramos un reguero de ropa y babas por todas partes. Tuvimos una de las mejores experiencias sexuales de mi vida, yo no sabía que tantas partes del cuerpo se podían alcanzar ni que las arcadas de placer se sentían de manera descontrolada ante diferentes impulsos. Terminamos y me agarró una horrible culpa, me quería bañar y para evitar la ducha, que habría suscitado muchas preguntas posteriores, preferí acostarme en su pecho y decirle: -estoy casado-.<br />
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-¿Casado? ¿Cómo?-. -Bueno, pues casado, del verbo llevo conviviendo con un señor por 5 años-. -¿Y a usted no le pareció importante decirme eso antes?-. -Antes no, igual se lo estoy diciendo ahora-. -Ahora, cuando estamos todavía enloquecidos por el agite y el sudor, bonito, muy bonito-. -Hay más-. -¿Más?-. -Sí, me voy en unos días y necesito compartir mi tiempo entre ustedes dos-. -¿Si no quiero?-. -Quiere, se le nota-.<br />
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No quiso, algo se rompió con mis palabras. De repente dejó de ser ese hombre arrollador, se volvió un cuerpo frío y lejano, como una estatua. Me levanté, fui al baño, oriné y al volver me encontré con una frase inesperada: -entonces, ¿le pido un taxi o un uber?-.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-64991319122521047822017-05-01T19:39:00.003-04:002017-05-02T11:05:33.666-04:00Disculpe ustedMe habría gustado decirle que lo amaba pero eso de qué habría servido, para qué habría alguien querido escuchar eso en un bus. No habría sido capaz de escuchar su rechazo ni de ver su cara de asco al saberme confesado, era más fácil así, contemplarlo en la lejura de un transporte. Le vi sus facciones, perfectas: tres pelitos en la barba, unos anteojos cafés y una mirada perdida. Quise besar sus labios. Vaya que sí. Me detuve en su bufanda y un escalofrío recorrió mi espalda, como son de sexys los hombres que se atreven a vestir un poquito femenino. Bajé a su paquete, poco pero sustancioso, de esos que uno no sabe si será en serio o solo efecto de la costura del pantalón. Me volteé para verle las nalgas y ahí estaba, esa colita perfecta que me desencajó.<br />
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Me imaginé nuestra conversación: -disculpe usted, le he visto y me he enamorado-. Por supuesto, tenía que ser así, muy formal. Me respondería: -¡disculpe usted! ¿por quién me toma?-. -Solo por un hombre muy guapo, una belleza digna de admirar-. -Pues no más, déjelo hasta ahí-. Y me habría quedado ahí, yo, con mi carota de idiota.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-3995118057604740552017-02-26T20:15:00.000-05:002017-02-26T20:15:49.350-05:00FaltaLlegó a Bogotá en bus, estaba tan feliz de llegar a otro lado que ni se dio cuenta de los huecos. Se bajó en el terminal y caminó por un pasillo que le pareció simplemente eterno, después de notar que el clima cambiaba mientras se acercaba a la salida, notó por primera vez que la boca expedía un vapor helado que se parecía al de las películas navideñas que repetían en Venevisión cada domingo en la tarde. Lo estaba esperando, como habían hablado, el guajiro, un hombre grande que le había prometido un trabajo si era capaz de llegar a la capital de Colombia durante el fin de semana.<br />
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Por supuesto, llegar a Bogotá no era una tarea fácil, había que viajar a San Cristóbal, atravesar el puente a pie, conseguir una casa de cambios en Cúcuta que tuviera intención de comprar sus desvalorizados bolívares y por unos miles de pesos tomar un bus, que sale casi cada 3 horas a la capital y que después de serpentear por tres departamentos por 15 horas llega a su destino.<br />
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Su primer cliente fue un hombre callado, que pidió que le arreglaran la barba. Lo recostó en la camilla, le puso una toalla húmeda y caliente, preparó la espuma y con una cuchilla tan afilada como era posible le quitó cada uno de los pelos que cubrían parte de su cara y cuello. Se fue sin decir muchas palabras y siguió un más alto, con más pelo y con menos ganas de hablar.<br />
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La verdad es que sí quería hablar, porque no puede mantener la boca cerrada pero sabía que la mejor forma de decir muchas cosas sin casi hablar es hacer preguntas. No fue capaz de entender su acento, a pesar de haber estado miles de veces en Venezuela antes de la revolución, y preguntó de dónde era, cuando escuchó la respuesta, se dio cuenta de su ridiculez, era maracucho.<br />
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La siguiente pregunta fue de cuántos días llevaba en Bogotá y la respuesta fue que ni siquiera una semana. Le espetó que entonces no había visto un verdadero aguacero y el veneco le preguntó que si era peor que el de la noche anterior. ¿Peor? En esta sabana puede llover una semana sin parar y nadie se inmuta. ¿En serio? Si ya así estaba en problemas, había lavado a mano su ropa y todavía no estaba seca, cuánto se demoraría si el aguacero era eterno. Después le contó la travesía por el páramo de Berlín y la tristeza que había sentido de dejar a su familia.<br />
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Se levantó, le dio la mano y sonrió al salir. No tuvo que hacer fila en un banco o montarse a un sucio bus para poder descargar las ganas de hablar con alguien, a veces eso hace mucha falta.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-88243040473750502522017-02-20T18:54:00.000-05:002017-02-20T18:54:00.913-05:00Cómo proceder-No estoy bravo-, dijo poco minutos después de que sonó el despertador, era el saludo más honesto que había dado en mucho tiempo, no era furia lo que lo consumía en ese momento, apenas desespero, ganas de salir corriendo. Qué había pasado, pues no mucho, la verdad. Solo que no sus cuerpos habían dejado de conectarse y las mentes, siempre fugaces, lo habían notado muy tarde. -No estoy bravo, solo quiero salir de aquí-. -¿Cómo así?-. -Pues sí, quiero salir-. El problema es que tampoco sabía para dónde se quería ir, no quería estar ahí pero no tenía las ganas, o la energía, para irse. Cómo proceder.<br />
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-Pues si se quiere ir, váyase-. -Sí, me quiero ir, pero no sé cómo-. -Deme un beso y váyase-. -No puedo, no le quiero dar besos, no quiero irme, quiero que me sienta por una última vez, que me mire con ojos de piedad, que me ruegue con las caderas que me mueva más rápido, qué sé yo-. -Usted es todo un personaje-. Ahí se le hincharon los ojos y el orgullo, quería decirle todas las cosas que estaban bien, las ganas de penetrarlo, lo oscuro de sus ganas de ahorcarlo la noche anterior cuando en medio su borrachera había encontrado la forma de hacerle ver todos sus defectos con sus amigos, el desespero que le causaba tener que estar siempre rodeado de otros, la forma como se sonreía cuando pensaba en sus canas. Cómo proceder.<br />
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No, mil veces no. Así no se podía ir, no quería dejar las cobijas calientes detrás suyo. Y a la vez sentía que era la única forma correcta de decir adiós. Cómo proceder. Se levantó, se puso la ropa, escribió en una tarjeta de presentación que tenía en la billetera un simple "chao" y dejó la habitación sin más protocolos.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-63280973890140894042017-01-29T19:07:00.000-05:002017-01-29T19:07:08.155-05:00Para vivirMe despertó un sonido que me aturdió, quedé de pronto sentado en la cama, a pesar de que su brazo y su cabeza estaban descansando en mi pecho. Era domingo, hacía ese frío típico de las primeras horas de la mañana, había pocas nubes en el cielo y el pronóstico era de gente muy guapa en la ciclovía, tal como pasaba en cualquier otro soleado día del señor. Un segundo me demoré para pensar que un avión nos iba a estrellar. Nunca sentí la muerte tan cerca ni tan aterradoramente sobre mí.<br />
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Los aviones que salen de El Dorado muchas veces cogen la ruta hacia el oriente y se enfrentan a los cerros antes de girar al sur o al norte. Miles de veces lo he visto de frente a mi casa antes de hacer el cambio para salir de la sabana. Esta mañana, me imaginé, un avión no había podido coger altura en el ligero aire bogotano y se dirigía de frente a nosotros. Que mala forma de morir, pensé, quién me mandó vivir tan cerca a las montañas, qué necesidad el aire puro de las madrugadas y el sonido de los pájaros de las montañas.<br />
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Dejé de estar sentado y me paré a la ventana, reacción que varios vecinos tuvimos, uno de al lado estaba vestido con unos boxers rojos que yo pensé que ya no vendían y otra estaba con una pijama que parecía una batola como las que usan las gringas para dormir. Los tres buscábamos en el cielo lo que nos iba a acabar.<br />
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De repente, a toda velocidad, pasó un avión militar, como entrenando para el desfile y me acogió una furia sobrenatural. ¿No podían jugar con sus avioncitos en otro momento? ¿No podían entrenar en algún otro lugar? No, tenía que ser en la única mañana en la que podíamos dormir arrunchados.<br />
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Él apenas si se inmutó, el sonido lo despertó pero no lo afectó tanto como a mí. Volví a la cama, le di un beso con aliento de dragón y lo abracé, me tomó mucho tiempo volver a dormir, a pesar de que él estaba ahí, acostado al lado mío, escuchando mi corazón latir, como si eso fuera lo único en la vida que necesitara para vivir.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-10713761281395675462017-01-17T16:58:00.000-05:002017-01-17T16:58:16.729-05:00El gusto es míoApenas unas cuadras nos separaban del mar, llovía y nosotros nos quedamos viendo el frente frío desde el pequeño porche del Parque Coyula. El chaparrón no dejaba que se conectara y yo tenía ganas de contarle de mi día, la verdad es que lo que yo quería estar era en sus brazos. No nos habíamos visto pero los dos moríamos de emoción de sabernos juntos. Ese día logré tener internet apenas un par de minutos y pudimos apenas sentirnos un poco en la distancia. Le conté de mi día, admiró mis fotos, me dijo que quería enredarse en mi barba y le dije que estaba esperando volver para besarlo.<br />
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Se había vuelto parte de mi rutina, cada vez que aparecía yo sabía que tenía un par de minutos para sentirme a su lado, hacerlo reír, conocer sus intenciones y apenas mandarle un besito. Ese día estaba en la oficina, esperando un par de correos. La vida se nos había vuelto tan aburrida, nos pagan por ser correveidile de la peor manera. De vez en cuando, como esa mañana, recordaba que la única forma que escuchara algo de mí era compartirle una canción en una nota de voz. Su primer mensaje fue para recordarme que le encantaba que le cantara la oído y el segundo para hablarme de todos los turistas deliciosos que había visto en la playa antes de que empezara a llover. Me hizo reír por un par de minutos y después hablamos de asuntos más serios. El primero era planear nuestra primera cita, el segundo contarnos secretos íntimos.<br />
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Teníamos ganas de vernos tan pronto como fuera posible. En ese frío que estaba haciendo yo le propuse que nos diéramos una ducha, sin morbo, sin sexo, solo acompañarnos, darnos calor con el agua hirviendo. También a él le gustaba el agua que deja roja la piel y abre todos los poros del cuerpo. Él propuso dejarme bañar mientras se sentaba en el inodoro a verme lavarme, quitarme de encima el polvo guardado en medio de los caminos.<br />
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Me dijo que tenía ganas de agua caliente y hablamos de que cambiáramos todos nuestros planes y más bien nos bañáramos. Le propuse que llegara a mi casa, empelotarlo y verlo desnudo bañarse. Como es de rico ver a un hombre quitarse la ropa, entrar en ese estado vulnerable previo a la ducha, escucharlo gemir con el primer chorro de agua caliente y verlo ahí amarse, darse calor, pasar el jabón por la piel y que cada movimiento se convierta en un baile de vapor y agua. Maravilloso.<br />
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Antes de que se fuera me pidió que le hiciera un favor, traerle los recuerdos de varios hombres grabados en mi cuerpo. No era una tarea fácil, en Cuba los hombres parecen inaccesibles, nadie puede tocar nada. Por un lado, es turismo de familias, pura clase media alta latinoamericana que se cree izquierdista pero teme el olor del comunismo cuando se acaban sus privilegios, la social bacanería. Los pocos gays que se ven en la calle están buscando diversión a vuelta de dinero y yo no estoy para trotes de esos. Esta noche voy a un bar, le conté, estaré las famosas Escaleras del cielo y allá espero cumplir con su promesa. El caso es que eran las 11:30pm y yo seguía embelesado hablando con él, me refería a sus besos retrasados como mis inversiones.<br />
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Me dijo que cada beso que quedara en el aire sería una inversión. Yo le decía que las ganancias se contarían en besos en los oídos o en susurros en la madrugada. Antes de irse le dije que aprovechara la vuelta para conseguir un mancito que le enseñara algo más de lo que ya sabía, quería sentir en su piel el olor grabado de él y de otro hombre, del salitre y de la suciedad del camino. Era una forma de decirle que conmigo la vuelta no podía ser a las malas, tenía que ser a las buenas, cada quien con su vida, ambos compartiendo la nuestra. Las conversaciones que teníamos eran distantes en el tiempo, cada vez que me escribía sentía esa misma emoción lejana que daba recibir una carta en el correo.<br />
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La señal estaba intermitente. Era como hablar por radio teléfono. Me copiaba, le escribí para pedirle una canción de Carlos Vives para poder cambiar el mood, me sorprendió que a tan pocos kilómetros de Colombia aquí ese señor no se oyera en ningún lado. Me habló que uno de sus discos favoritos era de un jugador de fútbol convertido en sambista cantando en la Plaza de la Revolución. Me senté por minutos a esperar sus mensajes y escucharle la voz. Le conté que me había dado besos con otros hombres pero que no había tenido tiempo de impregnarme de su olor.<br />
<br />
Me pareció tierno que quisiera cumplir con su palabra y se hubiera dado besos con otros hombres. Le mandé una canción de Carlos Vives cantada por mí y le dije que si había algo que me hiciera pensar en Cuba, a parte de él, era esa belleza de canciones que el señor Diogo Nogueira había cantado bajo la estela del Ché. Hasta ese momento, no se me había ocurrido nunca que a la Plaza de la Revolución también la protegía una gigantesca imagen del Ché, como a la plaza Santander en la Universidad Nacional y recordé por qué Colombia siempre será un país tercermundista, hasta para rendirle tributo a la lucha por libertad hay que hacer las cosas en pequeño, nada puede ser grande ni majestuoso.<br />
<br />
Me robaron la billetera y me sentía absolutamente indefenso en Cuba, casi sin acceso a internet era un lío logístico bloquear las tarjetas y cuidar que mi identidad no fuera mancillada en la isla. ¿Ir a la embajada? ¿Para qué? Si Colombia al menos tuviera un sistema diplomático decente, nada que hacer, caminar al parque, conectarme y aprovechar los minutos de desespero para escribirle. Le dije que mi vida parecía una serie en Netflix, con capítulos largos, como este interminable paseo a Cuba, y le insistí en que él sería uno de los capítulos.<br />
<br />
Uno de los capítulos, tan ridículo. A mí no me pone al nivel de cualquier personaje de segunda en una serie que nadie sabe qué tanta gente ve, no lo he sido de nadie, mucho menos de él. Iba manejando y no había suficientes semáforos para leer toda la aventura que había sido ser robado en una extraña isla donde todo parece controlado y donde el tiempo, según él, paró hace tiempo. Le dije un par de palabras y le mandé otra canción, ni pude ofrecerme para bloquearle nada pero le dije que podría usar mis buenos oficios si eran necesarios. Uno nunca sabe.<br />
<br />
Afortunadamente, ya se estaba acabando el viaje, por suerte no me habían robado el celular, podía seguir comunicándome con el mundo. Lo que es mucho decir porque apenas unos días antes de viajar a Cuba fui a dar una vuelta por Chapinero y allí había perdido mi teléfono, lo cual demostró ser una desgracia de talla mayor, con números refundidos y con la obligada necesidad de dejar atrás a iPhone y pasar a un aparato diseñado y fabricado en China. A qué horas China se había vuelto tan importante. Organicé la maleta y casi arrastrándome fui al parque a recordarle el vuelo y la hora de llegada.<br />
<br />
Ofrecí recogerlo antes de su desgracia y la mantuve ahora que sabía que estaba simplemente varado en el mundo. Como cualquier otra vez seguí la ruta de su avión y supe el momento exacto en que aterrizó, segundos después recibí sus primeros mensajes y leí con asombro el amor que sentía por el capitalismo. Arranqué para el aeropuerto con la certeza de verlo a la llegada.<br />
<br />
Ojalá el baño sea tan maravilloso como llega de nuevo a la civilización. Tener internet, ver gente vestida de acuerdo a su personalidad, comer lo que uno quiera, hacer el amor. Que dicha verte Bogotá, quién habría pensado que yo sería capaz de pronunciar tales palabras. Mis maletas demoraron suficiente para que él tuviera que esperarme frente a la salida internacional. Ahí estaba, con un chaquetón azul y una sonrisa en sus labios. Un gusto, por fin nos conocemos.<br />
<br />
Salió con cara de cansado y ojos de sueño, menos mal que nos propusimos solo tomar una ducha. Hola, gracias, el gusto es mío.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-2347611565145792682017-01-05T08:36:00.001-05:002017-01-09T15:26:10.183-05:00MierdaCuando Camilo se quedó quieto, por un instante, se dio cuenta de que estaba solo. No había parado, no había podido dedicarse a nada en concreto pero lo había intentado todo. Se inventó una excusa, a mí me gustan los marcianos y los uribistas. Ambos, en vía de extinción. Los primeros porque no se encontraban hacía tiempos, los segundos porque, a pesar de ser buen polvo, estaban tan reprimidos que no aparecían en su panorama.<br />
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<br /></div>
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Tuvo hijos pero los dejó de ver cuando crecieron y vieron un universo más allá de sus paredes, nunca pudo con los perros ni con los gatos, nunca escuchó una palabra de aliento de su familia, no tuvo amigos porque tener amigos implica una cantidad de negociaciones que no estaba dispuesto a hacer. Solo tenía sexo, harto, pero igual de inútil, igual de ramplón. </div>
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Su rutina empezaba temprano, con un computador entre las piernas para escribir un rato. Lo hacía por costumbre, habría un documento nuevo, lo citaba con la fecha del día y escribía como si le escribiera una carta al amante desaparecido, al amigo perdido, al papá incomprendido. Siempre, empezaba con la misma frase: les aplasto la caquita pero no me les como la mierda; era su forma de reivindicar que su soledad correspondía a la extraña confesión que había llegado con la crisis de la edad media, había descubierto, casi por error, que le gustaban los hombres y no las mujeres. </div>
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<br /></div>
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No fue algo que él se imaginaba, había pasado al escuchar a un hombre masturbarse en una ducha de la piscina. Ese día, contra todo pronóstico, se le paró durísimo la verga, como no le pasaba casi nunca con su esposa. Esa noche, decidió contarle a ella lo que le había pasado, con una sonrisa picarona, como de aprovecha que estoy arrecho. Ella le dijo despectivamente algo como -me vas a comer ahora como si fueras un marica o qué-, se dio la vuelta y se durmió. Él se hizo una paja en la cama y untó las sábanas con su semen para que amanecieran con su olor. </div>
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<br /></div>
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Después vinieron una serie de acontecimientos que no supo entender muy bien, espiar hombres en la piscina, sentirse halagado con cada comentario en los vestieres, ver paquetes y culos en la calle. Un día la curiosidad lo mató y terminó en un cuarto oscuro empeloto participando en un bukake. Y todo se fue a la mierda, se despidió de la esposa, les contó a los hijos, les dijo a los papás y hermanos, se confesó con los amigos. Vio como todos encontraron excusas para abandonarlo, el tiempo siempre fue el mejor aliado de todos, nadie tenía cómo sacarle un par de minutos en Bogotá, y quién los podría juzgar, él también sabía que en esta ciudad es imposible moverse. </div>
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<br /></div>
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Vinieron tiempos de desenfreno, una productividad macha en el trabajo, una altísima capacidad de convencer a chicos de cualquier edad que valía la pena hacerle compañía o pasar la noche con él. Poco tiempo para pensar, mucho menos para leer, apenas un espacio chiquitico para escribir. El día que paró y vio a su alrededor y se vio solo le dio alegría. No necesitaba a nadie en su vida, no quería a nadie en su vida, no podía imaginarse otra vez estar preocupado por terceros para saberse decepcionado, no sabía cómo entablar una relación larga, no entendía cómo se había enamorado cuatro veces en su vida: la primera de su esposa, a quien realmente había amado y las tres siguientes cada vez que había visto llorar a sus hijos por primera vez.</div>
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Escribió y se quedó ahí en la cama, sonriente, como si el mundo, todo, girara a su alrededor. </div>
Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-31569578461652771702016-12-08T22:07:00.000-05:002016-12-08T22:07:13.035-05:00MorirLa última vez, le dio tanto miedo como la primera. Espera, pensó en voz alta y alguien le respondió algo parecido a no hombre, no hay espera. Se amarró la cuerda a su cintura y se puso un pedazo de cuero para evitar una herida en la parte lumbar de su cuerpo. Metió las manos a los bolsillos para comprobar que había dinamita en uno y en el otro fósforos, dio un rodeo antes de lanzarse a ese vacío que se veía en el fondo. El Río Cusiana sonaba durísimo, a pesar de que en enero hacía ya varias semanas había dejado de llover su ímpetu seguía impresionante, las rocas le daban un color amarillo oscuro, teñido de rojo y ocre, era un espectáculo difícil de comparar con algún otro. al otro lado, la montaña estaba todavía verde y allí, donde ellos quisieran estar trabajando había una calma que no se sentía en este acantilado.<br />
<br />
El vacío lo hacía sentir mariposas en el estómago, las mismas que había sentido la primera vez que se había masturbado y cuando vio a su cuñada sentada en un chinchorro a media cuadra de la iglesia de Pajarito. La tarea parecía simple pero podía ser mortal: había que lanzarse por un acantilado que llamaban la Peña de Gallo, cuidarse de no caer, hacer un hueco en la roca, poner unos palos de dinamita, estirar la mecha hasta lo inimaginable y cuando no diera más prender un fósforo que le podría dar el último aliento, tocaba correr hacia arriba y después lo más lejos del borde posible para ver cómo las rocas se rompían y se iba formando un espacio apto para hacer un paso de vehículos que conectaría a Aguazul con Sogamoso de manera directa, nada de ir hasta Labranzagrande o Nunchía.<br />
<br />
El anhelo de ver un carro pasar, de sentir el aire frío de la cordillera y el seco calor de la sabana lo emocionaban. Al caer gritaba varios nombres, en especial el de su mamá y su cuñada, suponía que si se moría en ese momento por un mal golpe en las piedras o que la cuerda se rompiera, al menos tendría la bendición de aquellos por quienes se echaba cuesta abajo. En general, pensaba que quería morir, era la única forma de quitarse el sino del adulterio que lo rondaba con esos oscuros que lo miraban cada vez que estaba quitándose garrapatas o limpiando el conuco.<br />
<br />
Esta vez no fue la excepción. Se lanzó y sintió cómo las ráfagas de viento que venían del páramo se encontraban con las del gran cañón, le dio pena los meados que estaba a punto de echar al río porque dios sabe en qué momento hace que uno quiera orinar y le da siempre una pared o un palo para hacerlo realidad. Estaba apenas desabrochándose los pantalones cuando se desestabilizó y la fuerza de la tierra se lo llevó muy duro, más de lo que pudo haber esperado y la cuerda le cortó un brazo de un tajo y de repente estaba zampado contra una piedra. Su cuerpo no demoró en llegar a una vega en Quebrada Negra. Cumplió su deseo y su única misión en la vida, morir.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-10365451634606558512016-11-30T20:36:00.000-05:002016-11-30T20:36:05.341-05:00El llano se va a acabarUsted qué piensa. Qué pienso, qué pienso, qué pienso. Pues que el llano se va a acabar, o lo vamos a acabar, porque fíjese usted que antes era más difícil entrar pero también era más difícil salir, uno se quedaba aquí para siempre, a pesar de las enormes culebras y los escurridizos faras, uno siempre volvía, y mariscaba, y cachilapeaba, voleaba peinilla y castraba, ahora no, ahora las cosas son complicadas, primo, nadie sabe lo que es montarse en un potranco recio y que ese bicho lo tumbe a uno por toitico el paradero varias veces hasta que coja juicio, a nadie le toco echarle aceite a las orejas de las yeguas ni desarmar trenzas de los duendes, el llano se va a acabar cuñao. Se puso serio camarita. Ni eso, la enfermedad de la neurastenia también se acabó, se volvió otra joa, allá arriba le dicen dizque al mal de los que aguantan el trancón y el sereno, aquí era apenas el disgusto, que se pasaba con tinto tempranero o un vaso de guarapo refrescante. El llano se va a acabar. El llano se va a acabar.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-20819564916103359722016-11-29T20:28:00.000-05:002016-12-02T10:23:57.443-05:00Gabriela-Solo unas palabras, Gabriela Clavo y Canela-.<br />
<div>
-¿Disculpe usted?-.</div>
<div>
-Que pena, lo he visto antes, leyendo Gabriela Clavo y Canela-.</div>
<div>
-¿Ah sí? Es uno de mis libros favoritos, lo he leído miles de veces-.</div>
<div>
-En una de ellas lo vi. Estaba en Transmilenio, me pareció muy curioso siempre verlo llegar al paradero leyendo, como si el mundo a su alrededor no existiera-.</div>
<div>
-Cuando me concentro me transporto-.</div>
<div>
-Se nota, lo vi reírse muchas veces. He tenido curiosidad, ¿sabe? Es que siempre se le veía más contento que de costumbre leyendo-.</div>
<div>
-¿Cómo así?-.</div>
<div>
-Lo he visto mucho, más de las veces que me gustaría, siento una atracción profunda por su forma de leer-.</div>
<div>
-Vea usted, gracias-.</div>
<div>
-¿Qué lee?</div>
<div>
Que le importa, señor, estamos en una fila, por el amor a Cristo, déjeme leer en paz. </div>
<div>
-Ha vuelto-.</div>
<div>
Le mostré la carátula del libro y rematé con un "en Netflix está la película".</div>
<div>
-No lo había escuchado, ¿Hitler?-.</div>
<div>
-Sí, bueno, léalo-.</div>
<div>
-Después de Gabriela, lo he buscado millones de veces y no aparece en ninguna parte-.</div>
<div>
-Yo lo encargué en una librería de Chapinero pero siempre está Amazon, ¿no?-.</div>
<div>
-Pues sí, tiene razón, podría pedirlo por internet pero siempre me ha gustado tener un libro en las manos antes de comprarlo-.</div>
<div>
-En eso nos parecemos-.</div>
<div>
-Siguiente, ¿Tiene puntos?-, dijo otra voz.</div>
<div>
-Pues sí, chao-.</div>
Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-6395957751147349992016-06-06T22:37:00.001-04:002016-06-17T10:17:07.427-04:00La plaza de las floresLa señora Tulia era madrina de prácticamente todo el piedemonte que va del Pauto al Cusiana, e incluso más. Todos en Recetor, Pajarito, Morcotes, Labranzagrande y Chámeza estaban emparentados con ella, en Sogamoso la historia era diferente, era amiga de todos, tenía una tienda que vendía sus famosos colados, envueltos, mantecadas y demás delicias. Además de sus dotes culinarias, de los que se hablaba hasta bien entrado el llano, allá en Maní y Trinidad, le atribuían el poder de predecir las cosas.<br />
<br />
Por eso, todos sabían que alguna noticia bajaría de las montañas cuando ella se despertó diciendo que había soñado con la Plaza de la Villa llena de flores y gentes. No estaba segura de que fuera un acontecimiento festivo o de luto, solo que algo grande iba a pasar. Que sería doña Tulia, le preguntaron en el café de la madrugada, ese que se toma antes del ordeño. No supo dar razón con el caldo de papas y tampoco cuando Rafaelito le siguió preguntando con tanta insistencia hasta casi medio día. -Que no sé, no sé-.<br />
<br />
Después de servido el guarapo que se acostumbraba a brindar después del almuerzo llegó un Uaz. -Y eso tan extraño-, a esa hora no era para que bajara hasta el hato un carro de esos. Que lleguen rápido don Rafael y doña Tulia, que se alisten viandas y cobijas, que toca salir para Sogamoso urgentemente. -Qué pasó, qué son esos afanes, quién viene a decir qué en estas tierras en las que mando yo y nadie más-, exclamó con molestia don Rafael, cuando le dijeron que del carro estaban dando órdenes, como si fueran los chulos de otrora.<br />
<br />
-Don Rafael, es que se murió su compadre, su tocayo, Rafael Sandoval-. A Tulia se le doblaron las rodillas de la angustia y don Rafael no supo qué hacer con su sombrero. -Apuren chinas con unos envueltos y unos baldes de agua, echen unas cobijas que habrá que dormir en el camino... y una montura completa, por si acaso, que sean dos porque a la señora no la podemos llevar en ancas-. Revuelo que se sintió en la casa de los peones y de los blancos, todos angustiados por arriscar cajas, por mover gentes y comidas, había que apurarlo todo, es que Sogamoso estaba por poco a 36 horas de camino y la premura no daba para más.<br />
<br />
Al principio no hubo ni a qué horas rezar un rosario pero ya en el carro era lo único que distraía la mente. Rezó el alma del vecino y compadre. Rezó por la juventud de Gladys, por los niños, que apenas crecían barbas. Miércoles, que lío monumental, es que una muerte así, semejante hombre, risueño. Moreno, alto, querendón, con ese parado tan particular y esa carcajada que se escuchaba a leguas, que no se tomaba sino un whisky, que usaba unas grandotas gafas oscuras y que jamás de los jamás se expresaba con malas palabras.<br />
<br />
Entraron a Sogamoso a las carreras, ni tiempo de una ducha, directo mijito para la Catedral, que las honras fúnebres ya empezaron. Al ver la plaza supo que eso era lo que el sueño le había querido decir, ella tan ingenua pensando que habría podido ser algo alegre, si era apenas el compadre diciéndole que adiós, que se verían muchos años después, casi 50, en otros mundos.<br />
<br />
En ese gentío cómo llegar a donde la comadre. -Quedemos por aquí mamá, la ve a la salida- dijo alguna de las chinas, -ni de fundas, que uno aquí lo que necesita es el brazo recio de una como yo-. Llegó a la puerta de la iglesia no sin varias quejas de desconocidos que no entendían su afán de estar más adelante. No le pareció inapropiado caminar por el corredor central de la nave principal, en el atril el padre decía algunas palabras sentidas, de verdad, por ese hombre que se acababa de ir, es que Sogamoso le debía mucho a Rafico.<br />
<br />
Gladys en perfecto luto estaba allá, en la primera fila, como ordenaba el protocolo y la básica lógica. Allá llegó apretando cada lágrima y con el único propósito de darle un abrazo. Gladys era fácilmente de la edad de sus hijas mayores, era apenas una niña, cómo dejarla sola. Un abrazo las fundió por tantos minutos que no se supo cuántas páginas pasó el cura, ni cuántos dele-señor-el-descanso-eterno-ybrilleparaéllaluzperpetua se dijeron, cuántos aplausos y cuántos llantos hubo de por medio. Cuando se soltaron fue como si el alma le volviera al cuerpo, tomó la mano de Tulia y juntas asistieron al resto de la misa, salieron juntas de la iglesia y mientras todos se agolpaban a dar pésames apenas sentidos, era la mano de Tulia la que la tenía amarrada a la vida, esa que tan pronto se le había ido a Rafico.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-27583023848658997642016-06-02T16:18:00.001-04:002016-12-02T10:27:51.027-05:00Una oportunidad perdida<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">El gobierno Nacional anunció un cambio en la reglamentación del transporte
público particular para hacer una diferenciación entre los servicios básicos,
que serían los taxis tradicionales, y los servicios de lujo, como los que ofrece
Uber. A pesar el revuelo causado en redes sociales y en medios de comunicación
el decreto no resuelve los principales problemas y se enfoca en el negocio de
los empresarios y no en las soluciones para los taxistas ni mucho para los
usuarios.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Alrededor de los taxis, el decreto se concentra en establecer que el
servicio que estos prestan es considerado “básico”, en palabras del decreto
esto quiere decir que se enfoca más en la frecuencia en la que uno puede
conseguir el un vehículo en la calle y un precio bajo que garantice acceso para
la mayoría de las personas. Por su parte, para los servicios de lujo, establece
condiciones de calidad y accesibilidad diferenciadas que se cargan a la tarifa
final del usuario. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Hoy en día, el sistema de prestación de servicio de taxi no genera rentas
para el Estado y deja en completa vulnerabilidad a los usuarios y a los
conductores. Por un lado, en una ortodoxa interpretación de las leyes del
mercado, el Estado no tiene cómo regular el número de taxis que circulan en una
ciudad y tampoco tiene muchas herramientas para corregir las fallas en su
servicio. En Bogotá, por ejemplo, los cupos están congelados, lo que quiere
decir que no deberían entrar a circular nuevos taxis a no ser que estos vengan
en reemplazo de uno anterior. Los dueños de los taxis pueden entonces mantener
un monopolio que controla los cupos o venderlos al mejor postor. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Hoy en Bogotá se negocia el cupo de un taxi en alrededor de $110 millones,
la transacción no pasa por el Estado, no paga impuestos ni genera recursos para
fondos que permitan dignificar el trabajo de los taxistas o garantizar su salud
o pensión. Cuando alguien tiene el cupo y el taxi para operar puede aparecer
ante una empresa afiliadora para que esta expida las tarjetas de operación a sus
conductores, un solo taxi puede tener hasta tres turnos diarios, por ende,
puede operar hasta con tres tarjetas diferentes. Las empresas afiliadoras
además de cobrar por el servicio de afiliación prestan tiene diferentes tipos
de garantía de usuarios: vales, radioteléfonos, aplicaciones web. Si un taxi
usa alguno de estos servicios debe cancelar un valor adicional. Finalmente, un
taxi puede estar afiliado a varias empresas, lo que le permite usar varias
frecuencias de radio y tener mayor radio de alcance de clientes, por ejemplo,
un solo taxi puede prestar el servicio a través de TaxExpress, tener radio
teléfono de Taxis Libres y usar EasyTaxi y Tappsi para conseguir clientes.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Los taxistas, no las empresas, son los responsables del servicio. Esto
quiere decir que es potestad suya llevar o no clientes, mantener en buenas
condiciones el taxi y además son quienes deben hacer frente a accidentes, robos
y otros asuntos. Normalmente un taxista arrienda a un propietario el taxi por
un determinado número de horas (un turno varía entre 8 y 16 horas) y paga el
equivalente del arriendo, en promedio para un turno de 8 horas debe cancelar
$65.000 pesos diarios y ponerle combustible al vehículo (a gas $30.000, a
gasolina $60.000). Esto quiere decir que para generar ganancia un taxista con
un carro a gasolina debe hacer carreras por valor equivalente por lo menos a
$130.000. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Los usuarios no tienen formas para protegerse de las malas prácticas de los
taxistas que dependen del anterior sistema. Por ejemplo: no cuentan con un
sistema de verificación de los taxis que les permita saber que todo taxi que
toman es seguro; tampoco pueden exigir calidad en el servicio, el decreto es
claro en establecer que esta solo se puede obtener en el servicio de lujo; no
existe una sanción para quien se niegue a prestar el servicio; no hay botones
de pánico que permitan evitar robos o paseos millonarios.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Lo ideal sería que algunos de estos problemas se resolvieran: los cupos
deberían ser propiedad del Estado y deberían ser subastados cada cierto tiempo,
5 años (la vida útil normal de un taxi) estaría bien. En las subastas solo
deberían participar empresas dueñas de los vehículos o con promesa de compra
del número de vehículos por los que participarían en las subastas, con
conductores empleados con contrato formal. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Con los recursos provenientes de la subasta, el Estado podría fortalecer el
sistema de vigilancia y control para establecer sanciones más robustas a las
empresas que no cumplan con requisitos de calidad, que hayan prestado servicios
inseguros o que se hayan negado a prestar el servicio. Las sanciones podrían ir
desde multas hasta la revocatoria de la tarjeta de operación. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Para los usuarios generaría un sistema con una empresa responsable que
podría ser sancionada y que podría tomar acciones para garantizar que los
conductores no cometieran imprudencias ni abusos. Para los conductores podría
generar condiciones de seguridad física y laboral. Para los empresarios, sería
una forma de fortalecer y formalizar sus negocios y crear incentivos para
invertir y crecer. Para la ciudad, la subasta de los taxis podría ser un
generador importante de recursos, con el estimado que hay 50.000 taxis en
Bogotá y cada cupo cuesta $110 millones, en una subasta el Estado podría
quedarse con $5,5 billones, más que el valor de lo que la ciudad debe poner
para la Primera Línea de Metro o la mitad de los recursos estimados para
arreglar la malla vial de Bogotá. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Un esquema similar podría funcionar para el servicio de Uber y sus pares,
una subasta de cupos en la que podrían participar empresas legalmente
constituidas y dueñas de vehículos. En este caso, podrían exigirse
características de mejor desempeño, por ejemplo, mínimo de horas de
capacitación para los conductores, especificaciones técnicas más altas para los
carros, entre otros. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Como las realidades de las ciudades son diferentes, el Gobierno Nacional
podría delinear algunos asuntos de manera general y darle la potestad a la
ciudades de más de 100.000 para que resolvieran cuestiones propias de sus
particularidades. <o:p></o:p></span></div>
Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-47597046398734348152016-05-09T23:10:00.001-04:002016-05-09T23:10:35.701-04:00Esto y lo otroA las casas del llano las podíamos reconocer desde el aire, años atrás alguien había inventado traer un DC-3 lleno de pendejadas y desde entonces habría sido imposible no hacer una competencia por quién tenía más extravagancias en la mitad de la sabana. Por supuesto, nadie superaría jamás al General Arenas, con su larga narizota, que había encargado un piano de cola, lo había hecho traer por barco hasta Orocué y lo había subido hasta El Desecho y después a Venecia a lomo de mula. No, nada de eso, de repente habíamos llenado el llano de baños con cisterna y bidé, casas con ventanales y techos de zinc y Eternit. Toda una modernidad.<br />
<br />
La primera vez que registramos un carro en la llanura vinimos todos a Corinto a ver el Wyllys bajarse de un avión, también creímos imposible ver finerías como las confiterías que llegaban a Las Brisas. De repente nuestra vida social volvió a la normalidad, sin interrupciones derivadas de las vacaciones y el trabajo de llano, en minutos, podía uno llegar, figúrate tú, a La Reforma, comerse unos chanchos asados y estar de vuelta en Santa Bárbara para la comida. Toda una maravilla.<br />
<br />
Daba gusto ir a ese hato, es que los Morenos tenían tal aversión por la suciedad que allí no había peón que no estuviera de blanco inmaculado. Uno se sentaba al lado de Armando, que se echaba en un chinchorro y lo primero que este pisco preguntaba era si uno alcanzaba a ver el horizonte, con un esfuerzo uno trazaba una línea que separaba la redondez de la tierra por de capa eternamente azul del cielo. El viejo vivía debajo de esos mangos siempre que estaba en la casa y desde allí señalaba en un acento más rolo que el de cualquier Puyana que sus dominios llegaban hasta donde dieran los ojos, chatico querido, para arriba la sal, para abajo el ganado y los indios.<br />
<br />
Siempre había mucho chicharrón allá, ni más faltaba que no, y plátano, yuca, papa. Para la navidad hacían un ajiaco que hacía lamerse los dedos. A mí me gustaba ir allá a encaramarme en las ramas de un guayabo, tan flexible como en todas partes y bajarle pepas hasta que me doliera el estómago. Los viajes antes de los aviones eran escasos, a veces de regreso a Sogamoso parábamos ahí para calmar una tos o tomar un descanso después de días de travesía, cuando la lluvia estaba muy recia en julio o cuando el verano no daba tregua a finales de enero.<br />
<br />
Un día, después de tantas viandas y risas se nos hizo tarde, el sol ya estaba poniéndose rojo cuando fueron a prender los motores de la avioneta que nos iba a llevar de vuelta, llano adentro hasta Santa Bárbara. La travesía no era larga pero si caía la noche, en la inmensidad del llano nos íbamos a perder, con seguridad. Nos encaramamos a los tumbos, a los chiquitines no hubo tiempo de quitarles el cloro de los ojos de la piscina, las señoras no pudieron encerrar los canticos con propiedad, a nosotros, los adolescentes, no nos dieron ni pizca de probar alguna boca diferente a la nuestra, era la noche la cómplice que nos llevaba a los corrales o a los cuartos de las sirvientas.<br />
<br />
Se quedó hasta la fiambrera que había llenado con tungos, me dio tanta rabia saberlos perdidos en esa casa donde nadie les daría un cariño, mucho menos un mordisco. Los motores nos llevaron a paso de apure hasta el punto donde deberíamos dar la vuelta, en frente el cerro de la virgen del Cravo, allá abajo donde aparece el Canacabare, pero ni rastros de la mata de monte que se le hacía al lado, nos volcamos todos a las ventanas a ver si reconocíamos algo. Si mis ojos no me engañaban a las 3 del piloto estaban el molino de La Victoria y su característico tanque rojo. Mi papá me regañó, siempre era así, si nos íbamos allí y no era habríamos perdido tiempo y gasolina. No, hombre que yo no proponía eso, solo usar esa casona tan conocida para seguir el rumbo entre el Cravo y el Seco para llegar a la pista de Santa Bárbara.<br />
<br />
No daba el tiempo, ya se ponían los últimos rayos del sol de los venados, y ya empezaba a sonar por encima del motor los sonidos de los matorrales nocturnos, ni un aullador se escuchaba ya. Camine, córrale, por donde dijo el chino Rafael, a ver si llegamos. A Héctor la idea le pareció excelente, al piloto, un chato del que no recuerdo el nombre, le pareció que no había opción y papá se tuvo que callar y sentar allá adelante haciendo malas caras.<br />
<br />
Mi preocupación no era que el plan no fuera a funcionar, claro que iba, el lío era que la gente no se acostara temprano porque íbamos a necesitar una luz de vela a lo lejos para poder localizar la casa, era la única forma de acertar un aterrizaje a esas locas horas de la noche. Seguimos en esa extraña línea recta que llevaban las matas de aceite y de moriche, hasta que allá al fondo alguien, no fui yo, tampoco podía ser el héroe siempre, vimos una lucecita prendida. Para allá encaramamos el avión, que fuera Santa Bárbara, que fuera. Aterrizamos en un claro que no era la pista, juemíchica, el regaño que me esperó.<br />
<br />
Papá cálmese, esta es la mata de las guarichas, aquí cerquita está la casa, ya va a ver. Es que usted es muy terco, cree conocer esta tierra como yo. Pues claro, hombre, la cerqué a sol y lluvia, todos estos palos son míos, va a ver. Camine más bien, que el sereno lo va a coger, o pior, nos silba alguien por ahí. Las luces que veíamos al aire no eran de Santa Bárbara, debían ser marisqueros, pero sí, llegamos a la casa. El regaño pasó para la chinita, que por qué se había dormido, que las camas estaban mal tendidas, que teníamos sed, que esto y lo otro.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-719999175588595802016-04-30T13:16:00.000-04:002016-04-30T13:16:02.945-04:00LímpiameMe gustaría que limpiarte de mi cuerpo fuera tan fácil como restregar el baño. Lo haría con la misma determinación, un poquito de clorox en cada poro, una dosis de límpido en todos los lugares donde todavía huele a ti, restregar con una esponjilla y un churrusco cada rincón de mi cuerpo. El problema es que todo todavía se siente ahí, muérete como las bacterias, córrete como el múgrete, bájate por el sifón, piérdete como los vapores del agua caliente con vinagre que uso para quitar la grasa. Límpiame de ti, para no tener que volver a tenerte aquí.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-89140231373168090732016-04-10T20:51:00.003-04:002016-04-10T20:51:43.403-04:00El charcoEl charco no se secaba, no había forma de acabar con su fuerza, podían pasar días de cielo azul y calor penetrante, allí seguía, como si alguien se encargara de llenarlo de a pocos en la noche. A veces, su tímida presencia apenas eran unas gotas al lado de la piedra mojada, a veces se chorreaba por ella. Ese era el centro de nuestros juegos. Por supuesto, el popular dicho de que el agua es más fuerte en la piedra terminó siendo cierta, allí se reunían perros y mirlas a tomar agua.<br />
<br />
Éramos 5, como las mujeres nos superaban en número no podíamos sentar nuestra voluntad y debíamos dedicarnos a los juegos que ella prefirieran. Cuando eran los escondites, ese era el puesto privilegiado para contar y buscar a los demás. Estaba en pleno barranco, daba vista para arriba y para abajo, tenía pocos árboles alrededor pero sí cientos de piedritas, una carrera para salvar al resto de la cárcel parecía imposible. Era cerca a la entrada de la casa, garantizaba protección en el desafortunado evento de un aguacero repentino, entrada al baño y comida.<br />
<br />
El favorito de todos era hacer sopas, porque incluía usar el agua que siempre estaba allí, no era un torrente, entonces apenas servía para ensuciar nuestras manos y bocas. Usábamos otras piedras como cuchillos y diversos tipos de hojas y pastos para simular ingredientes de las sopas que tomábamos en casa. El <i>raygrass </i>hacía las veces de la cebada, la sábila se nos antojaba parecida al apio y los coquitos de los eucaliptos eran perfectos crutones. El juego incluía un enorme esfuerzo por encontrar los ingredientes, decidir quiénes harían de cocineros, quién sería el solitario mesero y a quién habría que atender. Un bello ejercicio de democracia infantil, incluía votos y búsqueda de consensos, las mayorías no aplastaban a las minorías, toda una utopía.<br />
<br />
Crecimos y cuando volvimos a revisar los pasos del pasado, la piedra había desaparecido, tampoco temo que haya sido el poder del agua, en años había apenas podido hacer un hueco en su superficie. Algún vecino seguramente encontró un mejor uso, un desbarranco, la necesidad de un parqueadero. La fuerza se secó, nuestra niñez, también.<br />
<br />
_____<br />
<br />
Les invito a leer este cuento, escuchando: https://www.youtube.com/watch?v=tOFVLybPeqkRodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-90682474227191747452016-03-27T19:31:00.000-04:002016-03-27T19:31:56.223-04:00Una de dosCorría el año del señor de 1886, la guerra estaba a la vuelta de la esquina y el llano empezaba a llenarse de liberales santandereanos que sabían que la regeneración del presidente costeño buscaría eliminarles después de casi cuarto de siglo de paz y reconciliación. Al Estado de Boyacá lo habían convocado a la nueva Asamblea Nacional Constituyente y en el aire había un sentimiento de revancha, solo estaban convocados los godos tunjanos, ni un hacendado sogamoseño. El colmo del atropello.<br />
<br />
Ese año los Chaparro construyeron la casona de El Edén, justo al lado del camino que llevaba a El Papayo y a la pirámide. Muchas personas habrían descartado ese recodo del Río Monquirá, allí iban muchos a bañarse los fines de semana, era justo eso lo que buscaban, un lugar para descansar, lejos del pueblo pero con suficiente movimiento para tener una vida social agitada, hasta donde fuera posible.<br />
<br />
Montaron una pared de adobe y a su alrededor le acomodaron unas habitaciones. Adentro, esas habitaciones daban a un pasillo central que rodeaba a un patio y de ese jardín se separaba del río otro muro de adobe. A diferencia del otro, no había habitaciones en ninguno de sus lados, afuera, se instalaron unas columnatas para rodearlas enredaderas y así crear una especie de porche y pórtico para atender a los bañistas. Apenas había un camino de unos 100 metros hasta la garabatera y allí se sembraron un par de sauces, al mejor estilo de las pinturas que entonces estaban de moda.<br />
<br />
Lejos de las habitaciones, y de los muros, pero no del patio, se ubicaba el gran salón, allí se instaló una moderna cocina, una enorme chimenea y unos muebles tallados que debieron cargar varias mulas por el estrecho camino que iba más allá de Monquirá. Más allá del salón, al otro lado de las habitaciones, donde los muros se encontraban, se hizo una especie de taller para la señora, era un cuarto de costura y pintura, con ventanas a casi todo lo que rodeaba la casa, los potreros, el camino y el recodo. Bellísimo y calmado lugar para que se entretuviera con actividades propias de su género.<br />
<br />
No había grandes cenas ni reuniones propias de las casonas de Mochacá, mucho menos era el paradero obligado que El Revés se había convertido para todo viajero que llegaba del llano con sal, ganado o negocios desde Venezuela o Europa. Apenas canapés para pasar la tarde y terminar de secar las ropas o las vergüenzas, antes de volver al pueblo con el cuerpo y los equipajes limpios.<br />
<br />
En uno de esos paseos, la ventana mostró a la señora una visión de ensueño. Por supuesto sus ojos se desviaron más de lo común con la visita del joven hijo de una de sus amigas, casada con un Gómez ganadero, tratando de disimular el descontento de sus entrañas, se asomó a la ventana angustiada por una nube oscura que se asomaba desde la lejura. Tuvo unos minutos para ver un cuerpo blanco como la harina pero formado como el de cualquier escultura censurada que a ella le habría gustado detallar en uno de los libros que reposaban en el salón, para demostrar la cultura de la familia, no para ser leídos.<br />
<br />
No hubo mayor forma de conseguir una audiencia privada con el joven ese día, apenas la oportunidad de verlo más cerca al dar un paseo para tomar papelón en el pórtico y de mostrarle el camino a los aposentos de la visita, donde podría ponerse ropas limpias y echarse talcos o simplemente afeitarse frente al espejo. No pudo tocar ni uno solo de esos músculos que tan llamativos le parecían.<br />
<br />
A los pocos días inventó de ir al mercado con las criadas, de repente se lo encontraba por las calles, incluso pensó en entrar a la confesión, los Gómez eran una familia mucho más pía que la suya propia y un joven así tendría con seguridad muchos pecados que confesar, ella podría agregarle al "no recé anoche, padre" un par de frases de pecado por pensamiento y omisión. Si la Biblia no lo decía, el sentido común sí, uno no podría dejar pasar una oportunidad como aquellas de estar con un hombre de verdad y no hacer nada para que aconteciera.<br />
<br />
Los meses pasaron y la imagen del joven bañista no abandonaba a la señora, sin embargo, como buen Gómez había ido a cuidar de sus ganados en el llano, probablemente a espantar algunos indígenas y hasta a cobrar algunas cuentas por el Piedemonte. Las noticias de las escaramuzas del inicio de la guerra se acumulaban en los telégrafos y pronto nadie se atrevía a ir tan lejos por un simple baño, era la época del miedo y mejor no ofrecer razones para acabar con la vida de nadie o la propia, si no era absolutamente necesario. Su marido, como buen comerciante, no detuvo los recorridos, salió con sus mulas temprano después de las pascuas con la intención de durar al menos un mes en la bajada a Pore, un tiempo igual llegando a Orocué y unos cuarenta y cinco días de vuelta con el contrabando, la sal y la carne oreada para vender en el altiplano, de pronto también se le escurrían entre los baúles algunos cachivaches indígenas que tanto gustaban a los curas para demostrar que en esos desdichados cuerpos no había alma, apenas vivía el demonio.<br />
<br />
En el entretiempo, el muchacho Gómez pasó con una caballería por el camino de Labranzagrande, no reconoció su cara pero sí su hidalguía al lomo de ese caballo rusio y el corazón, como nunca hacía con su marido, se enloqueció de alegría. Invitó a unas damas a tomar té y hacer unos patrones de croché, les pidió traer la ralea para hacer todos juntos un día de campo, todavía no llegaban las historias de mujeres violentadas ni de niños masacrados, qué mal podría tener pasar el día, y quizá la noche, al calor de unas hogueras y con un par de viandas bien servidas, como en otras casas.<br />
<br />
Por supuesto, ella puso a disposición de cada familia, una habitación, no había tantos baños como habitaciones, tendrían que compartir, los jóvenes uno, las mujeres y los niños otro, ella se quedaría en el que por derecho propio le correspondía, faltaba más. A los mayorcitos les hizo guindar hamacas en el cuarto de costuras, allí estarían más lejos de las tentaciones de las criadas, y esperaba ella, más fácil de atraer para una aventura al joven Gómez que tanto la hacía suspirar.<br />
<br />
Llegada la noche, decidió dar un paseo por la casa, una ronda para revisar que todo estuviera en lugar y como debería ser, iluminó la cara de casi todos con un espejo, revisó los portones y las ventanas, apagó las últimas velas y le dio la vuelta a la Virgen de la gruta para que protegiera la casa. El espejo iluminador entró por la ventana del joven Gómez y lo asustó, por un minuto su cuerpo se llenó de adrenalina y emoción, la sangre tentó su cabeza y tratando de no hacer ruido también salió a dar una vuelta.<br />
<br />
Por supuesto, él no imaginaba que fuera la señora, la artífice de las luces en su cabeza. Pensó que era una criada, o alguno de los primos más jóvenes buscando cómo escapar río abajo para encontrar prostitutas con quiénes demostrar su hombría. Al salir lo recibió una mano temblorosa y un susurro indecente, ni él se atrevería a hablar así con otros hombres. La garabatera era cerca y segura pero tal vez volver a la casa habría resultado complicado, la señora ofreció su propio cuarto de baño para una sacudida. Al final, sí era su hombría la que estaría a prueba, solo que con otro tipo de mujer y con un propósito claramente diferente.<br />
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Las primeras caricias demostraron que la imaginación y las visiones del año anterior se habían quedado cortas, el joven Gómez era mucho más hombre de lo que parecía. Así como la ropa iba acortando distancias, los gemidos y los besos aumentaban en número e intensidad. En el momento de consumar el acto en ella pasó de ser mujer a adúltera y él dejó de ser el hijo de la amiga al amante hubo un segundo en el que ella pensó que era imposible no gritar, hizo un esfuerzo y con toda su intención se tragó el dolor y lo convirtió en trémulos de placer que duraron por las horas o minutos, quién podría calcular en ese frenesí, en los que duraron hasta que ella sintió el fuerte olor de su hombre y en su interior se llenaba de ese elixir que podría ponerla en problemas.<br />
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Por supuesto, no tuvieron tanta suerte como aquella noche para que nadie se diera cuenta que habían estado juntos. Esa noche todos pensaron que habían dormido como lirones y no era cuestión de ella o del jovencito para insinuar otra cosa. El problema es que la regla no llegó y al marido le hacían falta varias semanas para empezar el camino de vuelta, no podría inventar una enfermedad para simular algún tipo de regreso apresurado. Lo único era hacer que el bebé se demorara, simular una y otra vez un parto que no se daba a término con los tiempos de su marido o buscar una matrona de esas que resolvían los asuntos.<br />
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La ventaja de la primera es que habría un hijo, alguien para traer alegría a ese caserón enorme pero con mejores genes, el problema es que si mostraba mucho de quién era habría de ser el hazmerreír de todo el pueblo y toda la llanura, más grave todavía. No tuvo coraje para llamar a alguien, se metió miles de veces a la garabatera con la intención de ahogar al bebé pero no hizo más que crecer la barriga. Prohibió los baños en el recodo y no se dio a ver por meses, el marido llegó y al verla encinta celebró con júbilo, ni se le pasó por la cabeza que su mujer le hubiera querido estoconar la cabeza ni comprarle una lima para hacerle menos visibles los cachos que le nacían del cráneo.<br />
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No hubo muchas sorpresas, nació una niña, blanca como todos, linda y sonriente. Si llevaba los rasgos del papá a nadie le importaría, burra ella que se le había olvidado que había dos opciones y solo una la ponía en riesgo.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-55692167998940024912016-03-23T12:11:00.000-04:002016-03-23T12:11:03.608-04:00InvisibleEl chaparrón los tomó a todos por sorpresa, tanto que al instante varias cabezas asomaron por las ventanas. Era el milagro de la vida, después de tantos días de amagues, después de tantos meses de sequía, esos goterones se recibían como una fiesta. Los primeros en asomarse eran la pareja del cuarto piso, recién mudados, estaban cuidando unos helechos en su ventana que se apresuraron a quitar para evitar que los primeros pepazos del granizo dañaran. Él estaba con calzoncillos rojos y ella tenía puesta una batola indígena, ambos se veían calientes y contentos. Les siguió el de las cortinas blancas, desde las 6 de la mañana, todos los días cada veinte minutos ahí estaba él, fumándose un cigarrillo, a veces la colilla que lanzaba tenía suficiente tabaco para que yo le diera dos o tres aspiradas más, a veces era un filtro solitario que se escurría por las alcantarillas; esta vez no vino con cigarrillo sino con el ceño fruncido, se le notaban las ganas de compañía, él no era bueno en los dotes de conseguir una chica y mantenerla, muchas noches vi su silueta con alguien más pero eran visitas efímeras que no duraban más de reglamentarios 45 minutos, tiempo máximo que él podía alejarse de la ventana. Por estar concentrado en él no había visto a los viejitos empelotos del último piso, la última vez que había andado empeloto me había ganado una paliza de un policía, no era mi culpa, había quemado los pantalones en un intento desesperado por mantener el calor, no había sido intencional, claro, se los había consumido una fogata que por poco y me mata, en el pulgar derecho me quedó la marca del botón hirviendo que me quité a trompicones para salvarme. Los viejitos vivían en un invernadero, como el que tenía mi abuela en la finca, allí se la pasaban mascando cosas y gritando groserías por la ventana, detestaban con ahínco que orinara en el poste -entonces qué hijueputas, ¿me meo encima o qué?-. Era nuestra pequeña rutina. Al doctor del balcón con las sillas lo saludaba siempre que salía con su uniforme verde y su carita de pendejo, a veces me soltaba una moneda, a veces le pedía que parara en la droguería y me comprara una bolsa de leche, es que para uno es muy difícil a veces comprar, a mí no me dejaban entrar ahí ni por equivocación. Él se había asomado con una taza humeante, qué no daría yo por poner mis manos alrededor del pocillo y sentir ese escalofrío que sube por la piel, que acaba por encoger esta espalda que hace tanto tiempo dejó de sentir. Los de las ventanas se fueron escondiendo, uno a uno, me quedé solo otra vez, me puse encima dos periódicos que había guardado para esta lluvia que se venía desde hace días y encima de ellos puse una bolsa plástica que le robé a un chino ahí bajando el semáforo, quién lo manda ponerse a vender pendejadas en mi esquina, que busque la suya propia. Cómo diablos terminé aquí, conversando con fantasmas a través de las ventanas, cómo fue que de repente el mundo se me vino abajo. No fue el vicio, eso siempre lo controlé, no fue el desamor, eso nunca tuve. Por qué putas me perdí en esta ciudad que me conozco todita pero que no soy capaz de recorrer, cómo hago para recoger mis pasos y volver a ver una sonrisa amable, una cara que no sea de desprecio, cómo hago para volver a sentir, lo que sea, dolor, hambre, desespero. Es que vivir aquí es muy difícil, en este interregno donde uno no es nadie, termina uno convencido de que uno vale tan poco como cada uno de los demás seres humanos se apresura a contarle a uno con una palabra, con una cabeza que busca desesperadamente otro punto que no sean los harapos sucios que uno lleva encima, con la ventana cerrada del carro, con el pequeño piso en el acelerador que lo quiere atropellar a uno, que lo vuelve insignificante, invisible. Ninguno me vio, todos volvieron a sus matas y sus televisores, sus camas y sus bebidas calientes, así es siempre, así es todo los días, así solo me quedan letras, pensamientos y un cuerpo que, a pesar de los aporreos, se resiste a darse por vencido, a cansarse a morir.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-71227208437849828782016-03-17T11:31:00.000-04:002016-03-17T11:31:39.105-04:00Dieta-El problema contigo-, te dije de una, -es que estás adicto-. -¿A qué?-, respondiste con esos ojos tristones que ponías siempre después del sexo, cuando me acostaba encima tuyo. -A él, al sufrimiento, qué se yo-.<br />
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Minutos antes de esa pequeña conversación te había dicho que extrañaba tus besos. Me quitaste la mirada y me dijiste que a ti te hacía falta sentir que eras mi persona favorita. Eras, ahí está la clave.<br />
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Fuiste mi persona favorita desde que me diste esos besos que me gustaría repetir todos los días de mi vida. Te negaste a ver que podías ser algo más de lo que eras antes. Dijiste no a la posibilidad de explorar la compañía de manera diferente, sin paranoias ni incruentas búsquedas para saber que todo estaba bien.<br />
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-Adicto, a las cosas que te hacen daño-, parafraseé después de un silencio largo y diciente. -Es como si solo comieras carne o mantequilla, sabe deli pero hace mucho daño-. Otra pausa para organizar mis ideas. -Y yo fui tu dieta, te hice sentir bien comiendo frutas, fibra, balanceado, pero eso aburre, es demasiado bueno, tenías que volver a la mantequilla o el azúcar. No quiero ser más tu dieta, a mí ya no me sabes a nada-.<br />
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<br />Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-66209803501999588942016-03-01T10:47:00.000-05:002016-03-01T10:47:41.879-05:00La tarde estaba gris, las cumbres de los cerros estaban cubiertas por esa bella neblina que en Bogotá casi siempre significa lluvia y frío. El parque todavía estaba en pleito y por eso apenas lo íbamos a estrenar. Los vecinos, nacidos en una burbuja que desprecia a la ciudad porque no la conoce, se habían opuesto al festival porque llenaría de frituras y conflictos un sector residencial, sí, esa constante ridiculez bogotana que quiere la ciudad pero la quiere lejos. El pasto estaba finamente cortado, olía a kikuyo recién podado y cuando llegamos los grupos, familiares, de amigos y de amor, ya estaban encima de sus mantas, rodeando sus viandas.<br />
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Era un bonito espectáculo. Se presentaba ante nosotros la Big Band, un ejercicio musical bellísimo que hacía gala de las mejores tradiciones musicales del río Misisipi, ah cosa bella. Lástima que ninguna de las canciones era de las orillas del Magdalena, de esas que Lucho Bermúdez interpretó a comienzos del siglo pasado. Después venía la gran presentación de la noche, por primera vez en Colombia estaría Hermeto Pascoal. Y ustedes no saben la dicha que a mí me daba ver a ese hombre que había hecho montajes locos en cada uno de los conciertos anteriores.<br />
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La psicodelia de la tarde empezó con la compañía, estaba con una de mis únicas amigas venezolanas y más tarde nos encontró una trieja de hombres maravillosos. A uno ya lo conocía, era una especie de compañero musical, nos compartíamos canciones y espacios musicales; los otros dos eran nuevos para mí, mucho más guapos que el primero, resultaron en el largo alcance más queridos.<br />
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Nos sentamos, como los demás, sobre lo más caliente que teníamos y nos dimos amor conjuntamente. A mí me correspondió arrunche con la panita y ellos entre todos se dieron besos y se hicieron caricias. Había uno muy alto y narigón, bellísimo, otro más bajo pero con el tipo de cuerpo que a mí me atrae. ¡Cuánta belleza a nuestro alrededor!<br />
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La música no detuvo la lluvia y después de estar en el patio, nos tocó movernos al tejado. Reímos corriendo a protegernos de los goterones y llegamos a un pastizal más pisoteado pero igual de bello. No compartieron los besos pero sí nos dimos un par de chupones de un porro picado en una pipa azul.<br />
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El concierto acabó y con él se fue la buena energía del lugar, nos tocó apretujarnos a la salida, conseguir transporte público a casa fue toda una odisea. Llegué a casa obnubilado por la queridura de estas personas y tomé la molestia de agregarlos a Facebook. Ahí todavía los tengo.<br />
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Para leer esta columna, recomiendo escuchar <a href="https://www.youtube.com/watch?v=W821bgUU_mY">esto</a>Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-83077368767911161732016-02-19T14:41:00.000-05:002016-02-22T09:42:29.264-05:00TocuaLa primera iglesia la habían construido unos misioneros jesuitas que esperaban cortar el tráfico de mercancías entre la capital y Monguí. También, era una forma de redimir a las pobres almas en desgracia que erróneamente rendían tributo al sol. ¡Al sol! Unas mulas, esos indios. Una iglesia parecida, en tamaño e importancia fue construida con la puerta paralela a dos cuadras de la original y otra más en lo alto de una colina. Cada una tenía un campanario, una sola nave y un confesionario, no se necesitaba más en ese pueblo de paganos que se sentían centauros al andar por las planicies persiguiendo ganados, no había peor castigo para los curas que los mandaran a Sogamoso, ¡ah tierra complicada, gente bravía!<br />
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Ignacio, no podía tener otro nombre, había querido ser franciscano, es que era más bonita esa hipócrita opulencia pacífica de los frailes que las mentiras y las traiciones de los jesuitas pero su padre lo había prometido a un cura en su Extremadura natal y después de años recorriendo conventos en Europa y México lo habían mandado para este fin del mundo. Le tocó el país justo después de la regeneración de los jesuítas, la dicha de abrir cajones empolvados, mover puertas, oler a guardado, fueron buenos esos tiempos.<br />
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La primera iglesia se quedó pequeña pronto, había que demostrar que de alguna forma el valle reinaba sobre las montañas. Al principio pensaron hacerlo en la plaza fundacional, ese rincón empedrado de Mochacá. Después, con renuencia decidieron tumbar la que ya tenían y hacer otra allí, en la Plaza de la Villa, orgullo de ese pueblo republicano y masón. Cuanta desgracia podía vivir en un solo lugar. Se hizo un plano con tres naves y dos capillas misioneras, dos grandes torres -una para el campanario y otra para el reloj-, un gran altar y para rematar un vitral enorme de Nuestro Señor.<br />
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A Ignacio no le tocó la época de los indios, sí era cierto que por todo el piedemonte había aguajiba'os pero para ver a los de verdad, los empeloticos tocaba meterse llano adentro y él se había opuesto a pasar más allá de La Reforma. Se tuvo que tragar sus palabras, claro, porque en una travesía que él recordaría como el viaje al infierno, resultó yendo hasta El Desecho para convencer al general que le regalara el reloj, ese hueco en la torre sur se veía feo.<br />
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La gran iglesia se dedicó a San Martín, el de Tours, no el héroe de la revolución como a muchos les habría gustado. Para su inauguración vino el obispo de Tunja encaramado en una mula bellísima, bajaron gentes desde el nevado y subieron otros expectantes desde las orillas del Río Meta. Todo un espectáculo. En sus primeros años se dijo que era la iglesia más grande del mundo porque parecía imposible llenarla, no se imaginaban esos curitas cómo la gente no habría de caber ni siquiera en la Plaza cuando se reunieron décadas después para asistir a grandes eventos, como la boda de la reina Gladys o el entierro del doctor Julito.<br />
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El primer evento social que le tocó organizar a Ignacio fue un bautizo colectivo, los hijos del general serían todos dedicados al señor como era debido. Estaban los de los dos matrimonios, es que todos sabían que el viejo había matado de amor a su señora para irse con la vieja Armira pero nadie dudaba de que todos esos futuros príncipes tendrían un futuro brillante. Así fue, dicen, porque la mayoría terminó sus días lejos de Sogamoso y del Desecho.<br />
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Failache llegó a Sogamoso buscando fortuna y vaya si la encontró, hizo un rancho en las estribaciones cerca de Recetor y allá montó un fundo que resultó estar encima de unas minas de sal. Se volvió rico y con sus reales se disiparon las preguntas de su pasado. El acento italiano, como el de los Rosello que vivieron en Monguí le hacía ver más importante que el resto de los demás mortales, volvió al gran pueblo a establecerse cuando ya estaba viejo. Su nombre era motivo de habladurías, seguramente a ese hombre le gustarían las contranatura porque alguien tan buen mozo y rico no podía ser soltero. La verdad es que tampoco se le conocía un posible amante furtivo, en Sogamoso -y en el llano entero-, todo se sabía. Nadie, nunca, jamás, había despertado la menor duda, nadie había recibido la más insípida insinuación del hombre.<br />
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El cura español y el emprendedor italiano llegaron al pueblo casi al mismo tiempo y se hicieron amigos, ambos recordaron con terror la travesía en mar desde la civilizada y organizada Europa, las lomas de la Toscana donde ambos habían vivido, la angustia del calor que de repente los iba consumiendo a pesar de la fuerte brisa que los arrastraba, el horror de ver gente desnuda, la feura de los negros, el estado animal de los indios. Ambos habían buscado un lugar tranquilo y se habían reservado a este fin del mundo.<br />
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Después de que dijeran que era marica sin pruebas, a Failache le tocó enfrentarse a los comentarios que decían que en una guerra le habían cortado el miembro viril. El rumor no tenía fundamentos y de repente una puta recordó que lo había atendido una vez en el camino a Tibasosa -no vengan con cuentos, ese hombre la tiene tan grande que la sentí en las tetas cuando me la metió-. El rumor llegó al oído de las estudiantes del Colegio de la Presentación, las niñas hacían rodeos para pasar por su casa, las solteronas se apuraron a organizar bailes, le hicieron cortejos.<br />
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La vida era cómica de esa forma, no se enamoró de una local. Mejor, sí, pero no. Es que le gustó una señorita Rosello, mona como el sol que los paganos adoraron en ese valle, la tal era guapa pero ensimismada, no había escuchado jamás del adminículo viril del hombre este y le gustaba era aferrarse a los libros, pasaba largas horas en Venecia esculcando la biblioteca con permiso del general. El cortejo empezó con una invitación a tomar té y siguió con cartas y serenatas en la ventana. Gran dicha tenía esta gente por ver que pronto habría boda. La verdad es que a ella los escritos del paisano de sus ancestros no le era indiferente y leía las cartas con ansias.<br />
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Hubo compromiso y se llenó de flores el pueblo para celebrar tan magno compromiso, los italianos se iban a casar en Boyacá. La iglesia se decoró con grandes velos blancos y se pintaron todas las fachas de la plaza, se sacaron a los niños de las bancas, se hicieron adornos y vestidos. Ignacio preparó a los novios en las implicaciones del matrimonio y un par de monjas le explicaron a la niña cómo el hombre, bárbaro como siempre, la penetraría y la haría sangrar. Esas pobres monjas tan faltas de imaginación.<br />
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El día del matrimonio Ignacio recogió al novio, para que no se volara, en la casa y lo llevó en un caballo hasta la Casa Parroquial. La novia se preparó y pidió que la dejaran un ratito a solas, quería leer algunas palabras antes de entregarse al marido, las monjas le habían dicho que una mujer casada no podía leer ni dedicarse a las letras, que tenía que estar para el marido, sobre todo para penetrarla, esa acción que las novelas describían como algo delicioso y las religiosas habían descrito como el propio acabose.<br />
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La noticia llegó a las bancas de la iglesia antes de los primeros mensajeros, la novia se había volado. Prácticamente todos la supieron antes de que pasaran los 15 minutos reglamentarios de espera que por cortesía se ofrece a las damas. El novio estaba muy nervioso, de pie frente al altar, sintió que una eternidad pasó a su lado y cuando sonó la multitud en la plaza pensó que había llegado su hora. Apenas era el carruaje con el padre de la novia que había venido a dar la cara, la desvergonzada se había ido vestida de blanco a dios sabe dónde.<br />
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No hubo risas como uno habría esperado. No hubo más que un grito ¡Esto me pasa por tocua! que retumbó en los consecutivos arcos de la iglesia mientras él se escondía avergonzado en la casa parroquial.Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-65718644042118304472016-02-04T14:08:00.002-05:002016-06-06T19:01:12.815-04:00Las noticias en el llano corren como la brisa veranera por los morichales, a veces uno se entera en Orocué quién se casó en Sogamoso antes de que los rayos se esparzan por la sabana. Así fue el matrimonio de don Felipe Reyes con la señorita Teresa. Ella era Moreno, como cientos de niños nacidos en el rincón de Paz de Ariporo, no porque vinieran del linaje de los hacendados de La Reforma sino porque muchos padres no habían sabido de otro apellido que no fuera ese. Pasaba con frecuencia cerca a los grandes hatos, a los indios no les habían enseñado de apellidos y muchos criollos los habían perdido en la bajada de Santander o al cruzar el Río Arauca.<br />
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Al otro lado de las montañas estaba Sogamoso, lo primero que la gente veía al bajar de El Crucero eran las vegas del Río Monquirá. Las casitas de los campesinos tenían todas una vaca, en general una normanda lechera, amarrada a un palo como si fuera el perro guardián. La entrada al pueblo la marcaba la hacienda de los mismísimos Reyes, una mansión impresionante con dos pisos y mansarda. Le decían El Revés, en el primer piso había cuatro habitaciones que conformaban las salas de estar y el comedor, la cocina y la antesala (una pequeña estancia donde los sirvientes recogían la comida y la llevaban al salón principal). Arriba se llegaba por unas escaleras estrechas, había seis cuartos. Los dos más grandes estaban unidos por una especie de tocador que el señor y la señora compartían como baño. Los otros cuatro tenían una entrada al pasillo y compartían también un tocador al final del pasillo. Estaba prohibido hacer del cuerpo en los tocadores, apenas bañarse o arreglarse, verse al espejo y tomar vitaminas. Para orinar o defecar había una especie de choza cerca al río. Arriba, en la mansarda, a veces se guindaban hamacas pero principalmente era el espacio para que los menores jugaran y las mujeres lloraran a sus hombres que se iban al monte a cuidar mañoseras.<br />
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Abajo todo el llano se había enterado del escándalo, don Felipe había desafiado al viejo Adolfo y había montado a caballo sin descanso de Labranzagrande a Morcotes para esposarse en una iglesia franciscana en desuso. Decían que había sobornado al cura, que le había ofrecido unos reales para establecer una misión capuchina en la mitad de La Victoria. Era una historia de no creer. Desafiado el padre, casado el único hijo, desvirgada la pobre Teresa en medio del páramo no había nada más que hacer, mandar caballos sabana abajo para que los hacendados llegaran a El Revés y pretendieran que el matrimonio era como se debía, con una señorita Arenas, Suarez, Gómez, Ríos, Castro, Moreno (de los de verdad) y no con esta caderona traída del propio piedemonte. La fiesta fue suntuosa, no hubo carroza ni caballo que se haya resistido a los encantos de participar en la solemne marcha que siguió de la Catedral, con sus agujas recién retiradas, hasta la hacienda allá en Monquirá.<br />
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Todos sonrieron, se tomaron unos daguerrotipos traídos especialmente desde Bogotá y se estrenó el piano que con tanto esfuerzo habían cargado mulas desde Orocué. Misteriosos son los caminos del señor, el obispo no quiso viajar hasta Sogamoso, sentía cansancio de recorrer los caminos de los rebeldes al contrario, en una carta escribió al párroco de la iglesia de San Martín disculpándose por su reticencia, debía cumplir otros compromisos del señor. ¡Pamplinas! gritaron al unísono los grandes hombres de Sogamoso, a ellos no los engañaba ese cura cacreco, simplemente no se quería meter en un lío de faldas que podría oscurecer su campaña para ser cura en Bogotá.<br />
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El matrimonio estuvo bien, en un par de años la pareja dejó de ser la habladuría de las onces, ya vendrían otros escándalos protagonizados por La Liberia, El Durazno y hasta Suescún. La vida de pueblo, placentera como fuera, no estuvo interrumpida por grandes acontecimientos. Una inundación en el llano, unos indios vistos cerca de Nunchía, un par de muertos en disputas de linderos y mucho comercio de sal y ganado con Venezuela. Doña Teresa, como pasó a ser llamada en El Revés, ocupó el cuarto al lado del tocador principal y varias noches recibió la placentera visita de su marido, que la dejó encinta dos veces. Los jóvenes se educaron, como debía ser, en el laico Colegio de Boyacá, nadie los iba a obligar a rezar si no querían, sentenció su padre, eso sí, les prohibió siquiera pensar en la escuela normal o en el seminario, él quería grandes doctores. El mayor heredó del abuelo el olor a ganado, desde pequeño aprendió a cachilapear, a marcar ganado, tenía un olfato para descubrir las vacadas en el monte, todo un llanero. Le desesperaba Sogamoso y se aburría peor en Tunja, a él le gustaba era la sabana, los esteros, las garzas y las culebras. El pequeño en cambio soñaba con vida encumbrada, casa en Mochacá, finas telas y demás, resultó médico graduado de la Universidad Nacional, compartió aulas, no al tiempo pero sí en simultánea, con otro paisano, el también ganadero Sandoval, que se había ganado fama de servicial y presto.<br />
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Entre los dos, no que los tuvieran juntos ni al mismo tiempo, tuvieron 7 hijos y tres hijas. Toda una gallada de gente fina para civilizar las tierras del llano. El viejo Felipe no alcanzó a ver el tren llegar por primera vez a Sogamoso, la muerte lo llamó casi una década antes y su muerte, como su matrimonio, se escuchó en el llano entero. Todos en Sogamoso rezaron los nueve días completos, faltaba más, el hombre no quería a los curas pero su alma bendita tenía que alcanzar los altos designios del señor. A la villa, que se preciaba de ser republicana y liberal, llegaron dos hermanos de doña Teresa, ninguno había pisado jamás el altiplano y en el recorrido por poco los mata una neumonía. Hubo que conseguirles ruanas y ponerles unos zapatos casi desamarrados para atajar esos pies bravíos que se curtieron en el llano.<br />
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Doña Teresa presentó a los primos, todos hombres. El mayor de sus hijos había también heredado el nombre del abuelo mientras que al pequeño le habían puesto el innovador Sergio, de pronto por eso le había gustado la medicina. Tenían dos primos, Justo y Antonio, los apellidos nadie los sabía, nadie siquiera los preguntaba. Compartieron la primera noche en un burdel aguas abajo del río, cerca a la entrada del camino de Tibasosa y allí Antonio se ganó una fama de buen amante que alcanzó los oídos de las más cultas damas que hacían mercado en la Pilita de la Unión. Llanero exclamaron algunas que habían sido tentadas por hombres sudorosos y sin pelos que traían de las planicies para servir de jornaleros. No había temor de dios en todo lo que decían, mujeres desvergonzadas habían sentido placer más en la soledad de una caballeriza o en un tocador privado. Sus maridos pasaban tanto tiempo en la llanura que ni se enteraban, ninguna quedaba encinta, al menos no parecía, los niños todos salían monitos como el sol que alto se encumbraba en el cielo.<br />
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Antonio se quedó en Sogamoso para cuidar a la tía una vez pasaron los funerales. Tenía qué, Adolfo aprovechó la caravana para bajar a La Victoria y Sergio corrió a Bogotá a practicar las técnicas del cuchillo, en el Hospital San José las monjas no confiaban en esas técnicas modernas de cortar para curar, siempre era mejor rezar. Por supuesto que ella ya había escuchado la fama del sobrino pero nunca imaginó que el valentón fuera a visitarla, como hacía el marido de noche.<br />
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¿Cuál marido? Ella nunca imaginó que un miembro la pudiera penetrar tan al fondo ni tan rico, no creyó posible tener que ponerse la almohada en la boca para evitar los gritos de placer que le provocaba su sobrino cuando la hacía cabalgar como amazona su cuerpo desnudo, no sabía que se podían practicar otras posiciones que no fuera la que recomendaban las sagradas escrituras y mucho menos se le había pasado por la cabeza que la podrían poseer por el ano. Antonio había demostrado tener una fuerza sin igual para abatirla en la cama y con docilidad hacerla sentir mujer. Eso era lo que sentía todas las noches.<br />
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Era una viuda, una viuda producto de un matrimonio que seguramente despertaba todavía comentarios de borrachos o en privado. Ella no se podía exponer a otro escándalo, no habría de ver las montañas nunca más si cometía tal pecado. Pero cómo estar ahí, en esa fría tierra, si ella lo que quería era ser poseída por el demonio que su sobrino llevaba dentro. Se voló.<br />
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Al amanecer tenían los caballos listos y salieron al galope por un camino retrechero que seguía de cerca al camino del Crucero pero que no dejaba pistas, lo usaban contrabandistas del Vichada y bandoleros que iban a cazar indios. Nunca se había sentido tan libre ni tan feliz. Casi que no lo creía. Atravesaron el páramo cerca a la iglesia donde se había desposado por primera vez y gritó de placer varias veces entre frailejones, después a los pies de yarumos y por fin en las raíces de un mango. Había vuelto a la tierra caliente pero ya no estaba joven como antes. Llegó a La Victoria antes de que el escándalo se hiciera público y convenció a dos peones a que le montaran un rancho lejos, allá cerquita al caño Seco.<br />
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Vivió poco tiempo, los pulmones se resintieron con las faenas sexuales en las alturas y ahora en pleno invierno de julio la humedad la habría terminado de matar. No durmió muchas noches con su amando, apenas podía respirar cuando se lanzaba un aguacero y tosía sangre, la boca parecía su vergüenza, cubierta de sangre constantemente. Murió de en un ataque de tos y Antonio no tuvo más remedio que llevarla a La Victoria, la dejó tirada en el portón de arriba, envuelta en una sábana y silbó hasta que vio la luz de un fósforo aparecer, sabía que su primo lo mataría para darle escarmiento y salió corriendo monte adentro. Don Adolfo la recogió y no derramó una lágrima, mandó un peón a volar a Sogamoso a anunciar la muerte de su madre y preparar su funeral, que llamaran a su hermano, que le pusieran un novenario. Dos mulas cargaron el cuerpo de su madre montaña arriba sin descanso y cuando llegó a El Revés ya olía a mortecino, a pesar de que la habían llenado de sal para que durara un poco más. La enterraron en El Laguito, sin bombo. Por idea de Sergio la metieron al mismo ataúd de su padre, para que la muy puta no se le volviera a volar.<br />
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Esta historia se lee mejor escuchando esto: https://www.youtube.com/watch?v=Y-3tZb7-x6MRodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5217071666819278385.post-21622261713247957062016-01-18T15:55:00.001-05:002016-01-18T16:12:02.731-05:00El amor<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="text-align: justify;">En la mitología griega había dos dioses a los que se les daba la potestad
sobre el sexo y el amor, eran Afrodita y Eros. Según la historia recogida por
Platón en El Banquete, durante la celebración del nacimiento de Afrodita hubo
una fiesta en El Olimpo y Penia, la diosa de la pobreza, se emborrachó hasta
tal punto que Poros, dios de la abundancia y la oportunidad, se aprovechó de
ella y entre los dos engendraron a Eros. Eros era un dios particular, había
heredado de su mamá el sufrimiento, la penuria y la estrechez pero a su padre
le había recibido la fuerza creativa y la capacidad irremediable de abarcarlo
todo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Me sorprende que siglos después el amor sigue siendo un oxímoron que
combina la tragedia y la dicha. ¿Acaso hay algo más ficticio que eso? El amor no
puede ser sino dicha, alcance, vida y futuro. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Me encuentro con frecuencia ante expresiones equívocas del amor, por un
lado, aquellos que están dispuestos a creer que el amor es posesión, una oscura
necesidad de tener al lado todo el tiempo al bien querido. Para otros, el amor
significa propiedad, que va más allá de la posesión, no solo quieren tener al
amado cerca, sino que se esfuerzan por recordarle que son de ellos y de nadie
más “tú eres mía”, “si no eres mío, no serás de nadie más”. Cuánta ficción en
ambas ideas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">He visto otras formas de amor, la más pura parece ser la de los padres a
los hijos. Y ese amor se expresa también de formas equivocadas. Por un lado,
muchos padres también creen en que la forma de amar es la que está descrita en
el anterior párrafo. Otros, creen que es la protección suprema, esa que anula
personalidades y posibilidades; los peores son los que creen que para evitar su
negativa influencia permiten el libre albedrío hasta el punto de la afluencia,
todo pasa y nada queda. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Peor que lo anterior es cuando la gente se enfrenta al desamor. La primera
vez que me pasó, dejé, como es común, que la tristeza y el desespero me
consumiera, recordé cada momento pasado como algo para destruir el alma. Craso
error. Aprendí pronto que la dicha que vivimos en conjunto se debe volver dicha
en la soledad. Recordar besos con una sonrisa, detalles con ganas de volver a
tener algo así, con alguien más. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Mi propia ficción del amor, se aleja del mito de Eros, me parece más bonito
pensar que el amor es la compañía y la constante preocupación por el bien
ajeno. El amor logra que haya un balance entre el bien personal, la felicidad
interna que es egoísta y particular, con una motivación altruista, que la
felicidad propia se refleje en el otro. En una pirámide de copas, el amor sería
un chorro que llena la copa de arriba, uno mismo, y se derrama en las
siguientes con suavidad y suficiencia. Entender ese principio puede ser el
inicio de una sociedad con menos problemas, una sociedad con menos ficciones, de
pronto hasta con menos conflictos. <o:p></o:p></span></div>
Rodrigo SAhttp://www.blogger.com/profile/11806321006338252613noreply@blogger.com0